Entre los analistas políticos turcos hay un amplio consenso a la hora de definir las elecciones legislativas y presidenciales del 14 de mayo como las más decisivas de las últimas décadas en Turquía. Aunque las consideraciones de tipo doméstico son preeminentes en esta evaluación, resulta evidente que su impacto en el ámbito de la política exterior es también notable, especialmente en caso de victoria del líder de la coalición opositora, Kemal Kiliçdaroglu. No en vano, el presidente, Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde 2002, ha ido imprimiendo un sello cada vez más personalista a una política exterior no exenta de vaivenes.
Tras la primera vuelta, en la que se impuso Erdogan con un 49,5% frente al 44,8% de Kiliçdaroglu, la victoria del presidente en la segunda vuelta es el escenario más probable. Ahora bien, incluso en caso de que ganara la oposición, no es imaginable un retorno al pasado. Turquía y su posición en el mundo ha cambiado mucho en las dos últimas décadas. El país ha cuadruplicado su PIB, y posee una mayor proyección exterior en el ámbito militar, cultural o humanitario, gracias a una nueva y tupida red de instituciones públicas. Además, Erdogan es, sin duda, el político que ha dejado una mayor impronta en la sociedad turca desde la muerte de Mustafá Kemal Atatürk, fundador del Estado turco en 1923. Por tanto, aún si así lo deseara, no le resultaría fácil a su sucesor el dar un giro radical a la política exterior del país sin suscitar la oposición de una parte importante de la opinión pública turca.
La política de ‘cero problemas’ con los vecinos
A grandes rasgos, se diferencian tres etapas en la política exterior de Turquía bajo el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan, cada una marcada tanto…