POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 119

Equilibrios entre Riad y Teherán.

Rafael José R. de Espona
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El reino teocrático islámico-wahabí de Arabia Saudí es un referente en el mundo islámico y en la economía global por su doble condición de custodio de los santos lugares del islam y de primer productor mundial de petróleo.

Durante los dos últimos años, se han sucedido varios acontecimientos de gran incidencia negativa en Oriente Próximo: el enquistamiento del policonflicto iraquí, la retirada siria de Líbano, seguida de una corta pero intensa guerra contra Israel, la escalada de tensión causada por la iniciativa nuclear iraní y el enfrentamiento entre Hamás y Al Fatah en Palestina.

Desde el 1 de agosto de 2005, Arabia Saudí cuenta con un nuevo monarca, el rey Abdalá, medio hermano del difunto rey Fahd y, por tanto, ajeno al denominado “clan sudairi” que ha destacado entre las diferentes facciones de la familia real por su cohesión interna y posicionamiento exterior hacia Estados Unidos.

Aunque desde 1995 Abdalá regía de facto en calidad de príncipe heredero, debido a la grave enfermedad del rey Fahd, la sucesión en el trono ha significado un importante paso formal para reestructurar la política de Riad en varios aspectos. Ello no ha supuesto un cambio radical, pues el rey, nacido en 1924, ha respetado las líneas maestras de la política saudí y ha mantenido el consenso en el seno de los órganos consultivos estatales y familiares, que se superponen. Básicamente, los intereses saudíes siguen siendo los mismos y la familia real conserva su configuración. Sin embargo, los acontecimientos en el reino y las transformaciones regionales han acelerado el ritmo de la política exterior saudí desde mediados de 2006.

El elemento más destacado que ha introducido Abdalá ha sido una mayor independencia saudí en política exterior respecto de EE UU, país que continúa siendo su aliado estratégico. La sustitución del príncipe Bandar (un sudairi)…

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