Puede que se abuse de la expresión anglosajona game changer. Sin embargo, define perfectamente la tendencia de la cooperación europea en materia de defensa en 2016, y que esperemos continúe en 2017. Considerada siempre la defensa como una competencia exclusiva de los Estados miembros, y tratada como un mero elemento de la más amplia Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), ha surgido repentinamente como una de las principales prioridades de la agenda europea. Las ambiciosas iniciativas que han tomado la Unión Europea y sus miembros, alentadas por retos sin precedentes en materia de seguridad –tanto en Europa y sus alrededores, como en las relaciones transatlánticas– han catapultado la defensa al primer plano.
Además, en una época en que la Unión se ve amenazada por una crisis existencial –como proyecto político y como institución– la defensa se percibe de forma creciente como un área en la que la integración europea podría fortalecerse con éxito. Las nuevas circunstancias han favorecido el debate sobre el impulso de la cooperación en materia de defensa, que de hecho ha progresado más en los últimos 12 meses que en los últimos 10 años. Aunque el ritmo de los acontecimientos pueda sorprender, el creciente afán de los Estados europeos por estrechar lazos en el ámbito de la defensa es, en la situación actual, lógico y de mero sentido común.
Mejor relación coste-eficacia
La cooperación en materia de defensa tiene, en primer lugar, una justificación presupuestaria. En efecto, el argumento principal es que la fragmentación hoy existente tanto en lado de la demanda (los presupuestos de defensa se planifican y gastan a escala nacional por los 28 ministerios de Defensa, sin un verdadero sistema de coordinación) como en el lado de la oferta (la industria de defensa), es costoso e ineficiente debido a la duplicidad de…