Escándalo empresarial y tragedia personal. Al final, el caso Enron queda resumido en estos dos extremos: un escándalo para el sistema de mercado y una tragedia para las personas.
Aunque el mercado siempre ha convivido con los escándalos. Es más, siempre los ha habido y siempre los habrá. Basta reparar en el parecido que el escándalo Enron ha tenido con otras situaciones del pasado. ¿Por qué? Se ha dicho y conviene reiterarlo que no hay mercado sin Derecho, sin reglas. Pero también hay que decir que para algunos, violentar estas reglas es una ventaja competitiva y económica en el mercado respecto de aquéllos que las cumplen. Se produce una extraña paradoja: el mercado precisa de reglas pero violentarlas supone una ventaja en el mercado mismo. El denominado dumping social y, también el ambiental, son ejemplos. Aquéllos que compiten en el mercado tienen la tentación de incumplir las reglas para obtener una ventaja que les permita ganar más. Ésta es, por lo tanto, una ley universal del mercado: todo mercado precisa de reglas, mas genera al mismo tiempo el comportamiento oportunista de violentarlas.
La tragedia personal es la que más nos conmueve. Es la que más se aproxima a nosotros mismos; es la tragedia, el dolor de personas como nosotros. El 5 de julio moría, según parece, de un infarto, Kenneth L. Lay, el fundador y gran artífice de Enron Corporation, la empresa norteamericana que ha sido ejemplo, para unos, de la innovación y del éxito en los negocios, y, para otros, del escándalo, de la estafa y de la avaricia desenfrenada. Una y otra característica confluyen en otra que paradójicamente les da sentido tanto al éxito como al fracaso: la liberalización de los mercados, singularmente, de los energéticos.
Enron fue posible, tanto en su éxito como en su fracaso, por…