Con el número 17 de la revista en buena parte compuesto, su redacción se encontró el 3 de agosto con la invasión de Kuwait por las fuerzas del señor Sadam Husein. La mayor parte de los trabajos previstos hubieron de ser aplazados o definitivamente perdidos. Dos de ellos –sobre la Europa del Este y la demografía del Mediterráneo– aparecerán, debidamente actualizados, en el número de diciembre de POLÍTICA EXTERIOR.
Edgar Morin publicaba este verano un breve ensayo sobre la irracionalidad de los ciclos históricos y su misterioso ritmo cronológico: hay décadas enteras que transcurren sin acontecimientos de significado profundo, incapaces de generar cambios verdaderos. Pero de pronto nos hallamos ante un día en que gira el viento y las mutaciones se suceden una tras otra. “La Historia reanuda su marcha hacia el futuro –escribe Morin– volviendo hacia el pasado; es decir, a las cuestiones étnicas, raciales, religiosas, nacionalistas, tal como se plantearon antes de ser más o menos congeladas por la guerra fría. Algunas de ellas, a causa de esa congelación, reaparecen hoy de modo paroxístico.” En el curso de veinte meses hemos asistido al hundimiento del comunismo soviético, a la unificación de Alemania, al deshielo europeo, a la asfixiada revolución china…
En la zona más sensible de Asia se desencadenaba una nueva crisis en la madrugada del 2 de agosto. La decisión del presidente de Irak al invadir Kuwait no parece ser la decisión de un mitómano ni un loco. Sadam Husein ha lanzado un desafío al inestable equilibrio de Oriente Medio, midiendo desde su propia óptica –la óptica de un régimen policial impuesto hasta el límite de la crueldad– los riesgos y las oportunidades. Ha cometido quizá un solo pero irreparable error de cálculo.
Una publicación como POLÍTICA EXTERIOR no debe expender doctrina ni aconsejar a sus lectores…