El 3 de agosto del año 2000 se clausuró en Pensilvania la Convención Nacional Republicana que entronó como candidato presidencial del partido a un joven George Bush hijo acompañado en el Presidential Ticket por Dick Cheney. Se impondrían al tándem demócrata Al Gore/Joe Lieberman. El nominado cuestionó en su speech de aceptación las imperfecciones de la administración Clinton en materia de defensa, los elevados impuestos, la perdida de liderazgo, y las graves deficiencias en el ámbito de la educación. Al abordar este último apartado, un eufórico George W. Bush incluso se aventuró a proclamar en un forzado español que durante su mandato no habría “ningún niño sin escuela”.

Hasta donde tengo noticia, esa fue la primera ocasión en que los delegados republicanos –en aquella ocasión 2066– escucharon a un candidato presidencial utilizar un idioma más propio de jardineros o asistentas domésticas, que de alguien llamado a liderar el panorama geopolítico mundial. El significado de aquellas cuatro palabras en español de quien ocuparía la presidencia norteamericana durante los ocho años siguientes, trasciende el ámbito de la anécdota.

Se trataba de recuperar a los votantes de origen hispano aludiendo a un asunto, el de la educación escolar, que el Partido Republicano había intentado negar a los hijos de emigrantes indocumentados en la tristemente famosa “Proposición 187”. Corría el año 1994 cuando los republicanos del estado de California auspiciaron la referida proposición, que fue votada y aprobada por el 59% de los votos emitidos, si bien sería posteriormente revocada por la Corte Federal quedando sin efecto. No obstante, en el imaginario colectivo de los hispanos el intento de privar de un derecho fundamental como es la educación para los niños por el simple hecho de ser hijos de emigrantes en situación irregular, quedó marcada hasta el punto de continuar siendo negativo referente de…