Elogio del olvido
Lo que es una eternidad en historia humana, es un abrir y cerrar de ojos desde una perspectiva geológica. Nadie vivirá lo suficiente como para poder asegurar que nuestras formas de gobierno actuales permanecerán de forma parecida dentro de dos o tres mil años, pues toda sociedad, sin excepción alguna, se ha mostrado tan perecedera como los humanos individuales. No hay garantías de que un momento decisivo de importancia histórica en nuestra propia vida siga siendo relevante en el futuro y a pesar de ello queremos preservarlo más allá de nuestro tiempo. El deseo de continuidad se manifiesta en las memorias familiares entre generaciones y, a mayor escala, en las memorias culturales que pueden utilizarse para presentar el pasado de una manera específica, y a menudo legitimadora. ¿Y si de esta forma se hace pervivir una práctica injusta?
Cómo los seres humanos entienden y se hacen cargo de su propia mortalidad a través de la memoria histórica ocupa el tema central de Elogio del olvido.
Nacido en Boston (1952), David Rieff se licenció en Historia en la Universidad de Princeton y ha ejercido como analista político, crítico cultural, periodista, y escritor. Con publicaciones en el New York Times, Washington Post, The Wall Street Journal, Le Monde, El País o Foreign Affairs, sus temas recurrentes son la inmigración, el conflicto internacional y el humanitarismo. Extraído de su experiencia como corresponsal de guerra y habiendo presenciado los conflictos de Bosnia, Ruanda, Liberia, Sierra Leona y Kosovo, el autor se atreve a refutar a George Santayana y su precepto de que “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, al explorar los usos y abusos de la memoria colectiva y preguntarse si la memoria realmente protege al presente de los errores del pasado.
Si bien la memoria histórica es una manera de crear y reafirmar los lazos comunes que mantienen unida a la sociedad y de satisfacer las necesidades humanas básicas de la comunidad, Rieff sostiene que los recuerdos colectivos han llevado en más ocasiones a la guerra que a la paz, a la determinación de vengarse en vez de comprometerse con intentar lograr el perdón. La memoria puede originar violencia pero también prolongarla, impedir la reconciliación o inhibir la búsqueda de justicia. El autor defiende poderosamente el apaciguamiento y el compromiso, y expone cuán politizadas son nuestras historias nacionalistas. Según el periodista, las memorias colectivas que dan forma a las culturas no son relatos fácticos del pasado, sino distorsiones que reflejan, en muchos sentidos, las preocupaciones del presente. La memoria histórica puede ser construida y manipulada. Ante el peligro real de que esto suceda, la obra de Rieff invita a hacer un balance de los pros y contras del hecho mismo de recordar.
Más que respuestas, Rieff nos suscita preguntas. Nos imprime la metáfora de que si la cesación de la memoria personal viene con la muerte, la cesación de la memoria social sucede con el olvido. Si la memoria de las injusticias pasadas puede causar de nuevo una espiral de violencia entonces, ¿es moralmente correcto recordar? Así, podríamos preguntarnos si olvidar incluso los crímenes del Holocausto sería beneficioso. Esta cuestión no está exenta de controversia, y el propio autor es quien matiza que no defiende el ocultamiento de crímenes, no obstante argumenta que es posible que “mientras que el olvido hace una injusticia al pasado, la memoria hace una injusticia al presente». Al centrarse en el recuerdo más que en la resolución o la paz, existe el riesgo de que el acto mismo de recordarse a sí mismo pueda prolongar el conflicto. Mediante las experiencias de la Guerra Civil española, Yugoslavia, Ruanda, Irlanda del Norte… ejemplifica su tesis. Sus argumentos no se encaminan hacia la persecución de una amnesia colectiva, pero tampoco proporcionan una guía convincente de cuándo, qué y cómo recordar, sino que esto se asocia más bien a la pura casuística.
Estimulante y persuasivo, Elogio del olvido no es una lectura ligera. Es una invitación a la reflexión, al descubrimiento de los autores que analiza y a la contemplación de los diferentes puntos de vista. Página tras página, uno mismo decide si está de acuerdo con lo que el autor propone, sin poder abandonar la pena que nos provoca tener plena consciencia de lo pequeños que somos ante el inexorable paso del tiempo.