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Laila Ben Khalifa, candidata a las elecciones presidenciales libias. Trípoli, noviembre de 2021. Hazem Turkia/Anadolu Agency vía Getty Images.

Elecciones presidenciales en Libia

Los actores políticos libios deben, a través del diálogo, resolver sus diferencias y consensuar el camino a seguir. La solución debe ser siempre libia, no impuesta desde fuera.
Ricard González
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Laila Ben Khalifa (Zuara, 1975) es una mujer acostumbrada a romper barreras de género y techos de cristal en un país con una fuerte tradición patriarcal como es Libia. Por tanto, no es de extrañar que cuando anunció su candidatura a la presidencia del país, un hecho sin precedentes en la historia de Libia, fuera víctima de todo tipo de comentarios despectivos y humillantes. Por ejemplo, uno de sus contrincantes le preguntó en tono jocoso si esperaba obtener algún voto. «Cuando anuncié mi candidatura, vi reacciones diciendo que mi lugar está en casa, cocinando. Yo les digo ‘mi lugar es en todos lados’» declaró en una de sus primeras entrevistas como candidata a la agencia Reuters.

Ben Khalifa no es una extraña para la opinión pública libia. Años de trabajo como activista de la sociedad civil en defensa de los derechos de la mujer, la han proporcionado una notable visibilidad en los medios de comunicación. En concreto, se convirtió en la cara más visible de la campaña de diversas organizaciones feministas para forzar al gobierno a cumplir su compromiso de otorgar un 30% de los altos cargos de la administración a mujeres, algo que todavía no ha sucedido. Sin embargo, es cierto que aumentó su representatividad, e incluso se nombró a una mujer como ministra de Asuntos Exteriores, un hito histórico.

Gracias a su experiencia como mediadora en el ámbito familiar y de los conflictos comunitarios, Ben Khalifa ha ocupado en los últimos años diversas posiciones en la administración pública, como los Ministerios de Asuntos Sociales y de Salud, así como en la Autoridad Suprema para la Lucha contra la Corrupción. Su candidatura reviste también una especial importancia por su condición de miembro de la comunidad amazigh, que representa aproximadamente entre un 5% y un 10% de la población y se concentra en el oeste del país, y cuyos derechos lingüísticos han sido tradicionalmente ignorados.

A pesar del aplazamiento de las elecciones presidenciales previstas para el pasado 24 de diciembre, que ha provocado la enésima crisis política del atribulado periodo posrevolucionario en Libia, Ben Khalifa ha mantenido una intensa actividad política. No en vano, no solo es candidata a la presidencia, sino también líder del Partido del Movimiento Nacional, una pequeña formación de carácter laico y progresista. afkar/ideas ha conversado con ella para conocer mejor su programa político.

¿Cuáles son las prioridades de su programa electoral para la presidencia de Libia?

Creo que es necesario que Libia vuelva a recuperar su esplendor como nación después de un periodo oscuro. Libia cuenta con una historia brillante, que demuestra la valía de sus ciudadanos y ciudadanas. Que el país recupere esa posición, y mejorar la vida de sus habitantes, es lo que me llevó a tomar la decisión de presentarme a la presidencia.

Una prioridad para buena parte de la sociedad libia es la mejora de la situación económica. ¿Cuáles son sus propuestas en este ámbito?

Resolver la situación económica del país no es una empresa difícil. El problema reside en la clase política y su incapacidad para gestionarlo, sobre todo por sus prácticas corruptas. Los libios y las libias no han parado nunca de trabajar duro. El país cuenta con muchos recursos naturales, siendo el petróleo el principal, pero no el único. Estos recursos, como la agricultura o los bancos de pesca, no han sido suficientemente explotados. Algo parecido sucede con las energías alternativas, especialmente, la solar y la eólica. Este es un país rico en recursos, y eso debería servir para invertir en una mejora de los servicios sociales, especialmente, del sistema educativo y de salud.

Las elecciones del 24 de diciembre fueron aplazadas indefinidamente, pero algunos actores políticos creen que sí era posible celebrarlas. ¿Cuál es su posición?

Yo creo que sí es posible celebrar ya las elecciones presidenciales. Hay más de 2,8 millones de ciudadanos y ciudadanas libios que se inscribieron para participar en los comicios. Hay un gran interés en el país en poder votar y escoger a sus dirigentes. El principal problema es una clase política interesada en obstaculizar los comicios.

Una de las principales polémicas antes de las elecciones, y que figura en parte entre las razones de su aplazamiento, fue la hipotética exclusión de algunos candidatos, como Seif al Islam, el hijo de Muamar Gadafi o el mariscal Jalifa Haftar. ¿Cree que hay algún candidato al que se debería privar de participar?

Yo no soy partidaria de excluir candidato alguno de las urnas. Creo que todos los ciudadanos libios deben tener el derecho a presentarse a la presidencia, y eso vale para Seif al Islam, para Jalifa Haftar, y también para Abdulhamid Dabeiba o Fathi Bashagha. Las urnas deben ser, en todo caso, quienes expresen el rechazo a un candidato.

Después del aplazamiento de las elecciones, el país ha caído en una especie de impasse. ¿Cuál es la mejor forma para encontrar una salida?

El diálogo y la negociación, siempre. La solución nunca puede salir del campo de batalla, o de la intervención de países o potencias extranjeras. Todos los actores políticos libios deben sentarse en una mesa y a través del diálogo resolver sus diferencias y consensuar el camino a seguir. La solución debe ser siempre libia, no impuesta desde fuera.

¿Cómo valora el hecho de que usted sea la primera mujer en anunciar su candidatura a la presidencia de Libia?

Pienso que una mujer presidenta podría ayudar a que el país recupere su paz y estabilidad. De todas formas, siempre digo que no soy la candidata solo de las mujeres libias, sino que lo soy de todos los libios, también de los hombres. El país lo ha probado todo en estos últimos años. Han dirigido el país los hombres libios que estaban exiliados y volvieron. También se probó el gobierno de los hombres vinculados al antiguo régimen. Nada de eso ha funcionado. Es hora de probar un cambio, como el que representa la presidencia de una mujer.

Y en concreto, ¿qué puede aportar su candidatura?

Es una candidatura que nace de la sociedad civil, yo soy por encima de todo una activista social, así que mi candidatura sirve para canalizar sus aspiraciones. La sociedad civil tiene muchas propuestas para cambiar cómo se ha gestionado este país. Una de ellas es la aplicación de una cuota femenina del 30% entre los altos cargos políticos, incluidos aquellos llamados de “soberanía”. El gobierno se comprometió, pero no lo ha cumplido y se lo debemos exigir.

¿Cómo valora la evolución de los derechos de la mujer después de la revolución y la guerra civil de 2011?

En general, podemos decir que se han registrado avances en el ámbito de los derechos de la mujer durante la última década. Mi trayectoria es un ejemplo de ello. Ello no significa que este progreso haya sido fácil, sino que siempre hay obstáculos, empezando por las propias familias. Uno de los aspectos más positivos es la aparición de una generación de mujeres jóvenes más preparadas, dispuestas a participar activamente en las esferas política y social.

 

«Debemos exigir que se cumpla la cuota femenina del 30% entre los altos cargos políticos, incluidos aquellos llamados de soberanía»

 

Hay quien sostiene que el valor de su candidatura reside en su simple existencia, ya que es imposible su victoria. ¿Está de acuerdo?

No. Cuando alguien se presenta a unas elecciones, lo hace para ganar no solo para participar. Soy una persona conocida en el país y las urnas siempre deparan sorpresas. Estoy preparada para ganar y para gobernar. Dejemos que sean los libios y las libias quienes decidan.

¿Qué opina del papel que ha desempeñado la comunidad internacional en la posguerra libia?

La comunidad internacional siempre juega un papel importante a la hora de apoyar a la celebración de unas elecciones, ya sean presidenciales o legislativas. Ahora bien, hasta ahora, sus esfuerzos por encontrar una solución duradera al conflicto interno han sido infructuosos. A veces, sus motivaciones no han sido claras. Por eso, no debemos depositar grandes esperanzas en la comunidad internacional. Esta debe ser una ayuda, tanto las Naciones Unidas como la Unión Europea deben ser nuestros socios. Pero no pueden reemplazar a los actores políticos locales. Al final, cualquier decisión final pasa por ellos.

Usted pertenece a la minoría amazig. ¿Cómo ha influido su identidad a su candidatura?

Me siento muy orgullosa de mi identidad amazig, y creo que es necesario un reconocimiento de todas las identidades existentes en Libia, la amazig, la tuareg, la árabe … Aspiro a representar a todos los libios, ya sean los del Este, del Oeste, del Sur y del Norte, y a todas las sensibilidades existentes en el país. Mi candidatura no es regionalista. De acuerdo con mi programa, todos los libios y las libias deben tener los mismos derechos en base a su condición de ciudadanos, y no por su pertenencia a una comunidad concreta. Y con esa finalidad trabajaré.

¿Qué modelo territorial de división de competencias defiende?

El centralismo es responsable de todo tipo de problemas en la historia de Libia, no puede ser un modelo para el futuro. Hay que repensar el modelo de Estado hacia uno de tipo descentralizado, con autonomía para las regiones de forma que todas las competencias y los servicios no recaigan en una misma administración./