Colombia está cerrando un capítulo de su historia y abriendo otro. En ese proceso, la opinión pública se muestra díscola y voluble, como indican los sondeos de opinión. Los ciudadanos se están adaptando a una nueva situación, a un país posterior a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), algo difícil para un pueblo que ha vivido durante décadas en un monotema. Los candidatos presidenciales y sus estrategas intentan captar la atención de los colombianos con ofertas políticas y narrativas acordes al nuevo contexto. El país vive su propia transición, a pesar de que aún hay un pasado que se niega a morir. Transita hacia la normalidad, en un esfuerzo por dejar atrás un largo periodo de violencia y ruptura de la legalidad política y económica. Los colombianos comienzan a saborear lo que es vivir en paz, aunque sea en una paz naciente y frágil, sin mucha capacidad para ilusionar a las mayorías urbanas que viven desconectadas de la Colombia profunda donde han padecido largas décadas de violencia.
La derrota de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC, hoy convertido en partido político) el 11 de marzo en las elecciones al Senado y la Cámara, las primeras a las que concurren y donde obtuvieron 52.000 votos escasos, fue una especie de bofetada a ese pasado. Con su voto, los ciudadanos prácticamente les han retirado del escenario político y de la agenda mediática. Por algunos instantes, pareciera que nunca existieron. Las alusiones a esa organización son escasas y se circunscriben a asuntos relacionados con la implementación de los acuerdos de paz o a situaciones específicas como las del exlíder Jesús Santrich, arrestado el 9 de abril a petición de Estados Unidos por conspiración para exportar cocaína.
Una campaña, varios momentos
Quizá por esto, la actual campaña electoral es rara. Los políticos…