Todavía no es demasiado tarde para garantizar la sostenibilidad de nuestras costas. Existen herramientas jurídicas y fiscales para aumentar la responsabilidad ambiental del Estado y del sector privado. El coste de no hacer nada es más alto que el de tomar las medidas adecuadas.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye es director de la oficina de Turismo Turespaña en París.  En España, tercer destino turístico mundial, hay todavía una insuficiente sensibilidad en el sector del turismo ante los problemas medioambientales. Hemos progresado espectacularmente en infraestructuras y medios de transporte, tenemos una excelente hostelería y comercializamos activamente nuestros destinos, pero estamos muy atrás en conciencia ambiental. No deja de ser sintomático que en Fitur, la gran feria anual del turismo español –y una de las principales del mundo– no haya un solo espacio, un pabellón, un stand, una sola referencia, un debate, sobre el impacto ambiental del turismo y los medios para paliarlo.

El medio ambiente parece ser algo secundario entre las prioridades de las autoridades turísticas autonómicas y locales, que ponen más empeño en el crecimiento y en incrementar el número de turistas. Afortunadamente, en la opinión pública y entre muchos empresarios se empieza a percibir una cierta preocupación, tanto más sensible cuanto que los efectos del cambio climático son cada día más evidentes.

El principal reto de nuestro turismo es el ambiental, pues los daños infligidos a la naturaleza y al paisaje son a menudo irreversibles y pueden destruir el producto mismo, la base de su economía. Si no se aborda con urgencia este problema, agudizado por el calentamiento global, el futuro del turismo en España se verá comprometido, ya que el 80 por cien se concentra en las zonas más frágiles y desertizadas o amenazadas de desertización, con climas y niveles hídricos bajísimos, como son las costas mediterráneas y canarias….