Estados Unidos y Europa, por el acuerdo con Irán, y Rusia y China, por apoyar a Siria, se enfrentan a una crisis de credibilidad en sus relaciones con los países del Golfo.
Tras años de negociaciones inciertas, comienzos frustrados, duras acusaciones recíprocas, conversaciones sobre conversaciones, sanciones y amenazas de ataques aéreos americanos o israelíes contra instalaciones nucleares de Irán, un acuerdo sobre el programa nuclear de Irán ha visto la luz en Ginebra, un pacto entre los representantes de Irán y el llamado G5+1, el grupo formado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU –Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos–más Alemania. El programa nuclear iraní lleva al menos una década siendo protagonista del orden del día en cuanto a la seguridad internacional, con EE UU, Europa, Israel y algunos países asiáticos acusando a Irán de poner en práctica en secreto (e ilegalmente) un programa de armamento nuclear, e Irán insistiendo en que sus intenciones son exclusivamente pacíficas. El objetivo del esperadísimo acuerdo, que debe durar seis meses, es dar tiempo a los negociadores internacionales para alcanzar un pacto más completo que vaya reduciendo progresivamente gran parte del programa nuclear de Irán y garantice que solo pueda ser empleado para fines pacíficos.
En resumen, Irán ha accedido a dejar de enriquecer uranio por encima del 5%, un nivel que bastaría para la producción de energía pero que exigiría más enriquecimiento para fabricar bombas, así como a convertir sus reservas de uranio enriquecido hasta el 20%, de modo que no pueda utilizarse para fines militares. Sin embargo, el acuerdo no exige que Irán deje de enriquecer uranio hasta un nivel bajo del 3,5% ni que desmantele ninguna de las centrifugadoras que ahora posee. A cambio de este compromiso inicial, el G5+1 ha acordado proporcionar…