¡Qué alivio se siente cada día ahora que la vida política vuelve a sus cauces normales! Se acabaron los disgustos que a diario y a veces cada hora nos deparaba Donald Trump con sus desvergonzados embustes, sus desabridos insultos y el sistemático desmantelamiento de toda la política y la administración de este gran país; y peor aún, con el entusiasmado aplauso de más de la tercera parte de la nación. Joe Biden se asoma a las pantallas de la televisión con su talante tranquilo, la seguridad que le dan sus 50 años de experiencia política y, sobre todo, la manera en que parece dirigirse personalmente a cada uno, al modo en que lo hacía Franklin Roosevelt con sus charlas por la radio. Es indudable que hasta a los republicanos más acérrimos llega la manera con que afronta la pandemia, los sentimientos que expresa por el dolor de los que han muerto y la fuerza con la que se refiere a las tribulaciones diarias que la crisis económica y el Covid-19 hacen sufrir a las clases menos afortunadas.
Y, sin embargo, bajo esa tranquila y persuasiva apariencia, Biden ha propuesto medidas tan revolucionarias que sorprenden incluso a los radicales de su partido. Se apresuró, primero, a firmar, desde el primer día de su presidencia, decretos ejecutivos que anularon los ordenados por su predecesor: recepción de refugiados, vuelta al Acuerdo de París y a la Organización Mundial de la Salud, entre otros. Luego, con el “paquete” de 1,9 billones de dólares de alivio por la pandemia, extendiendo a toda la nación la vacunación contra el Covid-19. El plan económico contiene media docena de ayudas diferentes para las capas más desfavorecidas de la nación, que verán un aumento del 20% de sus ingresos, reduciéndose a la mitad la pobreza infantil. También incluye ayudas…