En la región MENA, el tráfico de armas es un factor clave de la desestabilización de los territorios y, por tanto, de la dificultad para lograr la paz de forma duradera y firme.

La superposición de juegos de actores políticos, étnicos y religiosos y de los recursos naturales constituye un terreno favorable para la imbricación de intereses enfrentados.

La estabilidad futura de esta región requiere la voluntad de canalizar las redes e incluso controlarlas directamente, para evitar una diseminación sin mesura.

La creación de una o más redes de suministro ilegal de armas de fuego nunca es fruto de la casualidad. Siempre es consecuencia de una necesidad concreta en el terreno, una necesidad real o percibida de combatir, protegerse o proteger a los suyos; o, sencillamente, de hacerlo en previsión de futuras épocas turbulentas.

La idea según la cual las redes ilegales de armas de fuego son producto de la gran disponibilidad de armamento en un momento dado y en áreas de fácil acceso es falso. De lo contrario, la Guayana francesa correría la misma suerte que Colombia –con la que ya comparte el mismo tipo de entorno natural–, cuando no es así. De lo contrario, las zonas de difícil acceso, como las montañas afganas o pakistaníes se librarían del tráfico, como los Alpes franceses, cuando no es así.

La creación de una red ilícita de armas y munición es, sin duda, fruto de una voluntad clara en un momento preciso. Esta voluntad puede provenir de un grupo de ciudadanos, puede tratarse de voluntad política o religiosa, o ser consecuencia de un temor.

En la región político-geográfica MENA (Oriente Medio y Norte de África) –los países comprendidos de Oeste a Este desde Marruecos hasta Irán, incluyendo, en este caso, a Sudán, más al Sur–, el tráfico de armamento es un…