En marzo de 1989, destinado en el Estado Mayor de la Flotilla de Submarinos con el empleo de capitán de corbeta, escribía un primer artículo sobre el submarino S-80, que fue publicado en la Revista General de Marina con el título “El submarino S-80, una esperanza”. Por aquel entonces se confiaba en que a comienzos del siglo XXI el nuevo submarino entrara en servicio en coincidencia con la baja de los cuatro submarinos de la Serie 60 de la clase Delfín. Vanas esperanzas, el Plan Altamar, que definía al año siguiente el programa naval de construcciones para la próxima década, y que luego se materializaría en las nuevas fragatas y buques anfibios, no preveía el reemplazo de ningún submarino. Diez años más tarde y ya con el empleo de capitán de navío y comandante de la Flotilla de Submarinos, con mi Estado Mayor, contribuí a redactar las especificaciones operativas del futuro submarino, pero la orden de ejecución que debía dar el gobierno de España no llegó y los cuatro submarinos, Delfín (S-61), Tonina (S-62), Marsopa (S-63) y Narval (S-64), fueron sucesiva y tristemente dados de baja sin que tuvieran un reemplazo y, lo que es peor, sin que hubiese una orden de ejecución del S-80.
Felizmente, en agosto de 2000 pude sacar a la mar y hacer inmersión al entonces ministro de Defensa Federico Trillo-Figueroa en un submarino de la Serie 70. Unos meses antes había sacado al secretario de Estado de Defensa y actual ministro de Defensa, Pedro Morenés para un ejercicio de lanzamiento de torpedos. Cuatro años más tarde –no sé si por razones estratégicas, sentimentales o políticas–, para dar carga de trabajo al astillero de Navantia en Cartagena, Trillo firmó la orden de ejecución de cuatro submarinos de la Serie 80, que deberían reemplazar a los únicos…