“América ha vuelto”, advirtió Joe Biden por enésima vez para el poco tiempo que lleva como presidente. Fue durante el discurso en la 57ª Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada el 19 de febrero. La concisa declaración requiere, sin duda, una labor de descodificación. Biden trataba de tranquilizar a las élites europeas: “Donald Trump se ha marchado y no volverá jamás: confíen en mí”.
Ahondando en esta hipótesis, Biden abarcó en su alocución una serie de asuntos previsibles y extrajo conclusiones igualmente imaginables. Si bien insistió en que la historia había alcanzado “un punto de inflexión”, reiteró asimismo palabras que todos los presidentes estadounidenses, a excepción de Trump, han pronunciado desde Harry Truman: “La alianza entre Europa y Estados Unidos” determinará el destino de la humanidad. También reivindicó que esta alianza “debe seguir siendo la piedra angular para cuanto esperamos lograr en el siglo XXI, tal como ocurrió en el XX”. En otras palabras, según Biden, el orden geopolítico eurocéntrico, liderado por EEUU y surgido de la Segunda Guerra Mundial, queda intacto. También, por ende, los acuerdos sometidos a debate, negociados y cerrados por las élites estadounidenses, canadienses y europeas, a lo largo de las 56 anteriores ediciones de la Conferencia de Seguridad de Múnich. El mal disimulado objetivo de estos peregrinajes anuales a Baviera siempre fue sancionar la existencia de la llamada “comunidad del Atlántico Norte”. A Biden, que ha participado en varias, no hace falta convencerlo: si el adagio “América ha vuelto” trae consigo algún corolario, este queda bien retratado en la frase “la OTAN para siempre”.
A causa de los estragos causados por la pandemia del SARS-CoV-2 en varios Estados miembros de la OTAN, se convino en celebrar el evento de forma virtual. Fue difícil ignorar el simbolismo de la ocasión: golpea tanto a estadounidenses como a…