¿No debería el Partido Comunista italiano cambiar decididamente de nombre, no llamarse ya PCI, sino «partido del trabajo» o por lo menos «partido de los trabajadores»? Esta pregunta, que traduce el clima de incertidumbre que reina en el seno de la más poderosa organización de extrema izquierda de Europa del Oeste, la planteó públicamente, a comienzos de año, Giorgio Napolitano, figura eminente del partido, especie de ministro de asuntos exteriores, durante una emisión de radio consagrada al porvenir de la izquierda italiana.
Señal suplementaria de vacilación interna ha sido que los parlamentarios comunistas han reaccionado de forma contradictoria a las palabras de Napolitano, que fue el hombre de confianza de Enrico Berlinguer en el ámbito de las relaciones internacionales, encargado. a fines de los años setenta de difundir en la escena occidental la imagen de un Partido Comunista favorable al mantenimiento del equilibrio de fuerzas entre Este y Oeste: así, el senador Francesco Greco se ha declarado dispuesto a discutir el cambio de nombre y de siglas del partido; ha llegado incluso a recomendar «una modificación de la política del partido», en el sentido de la modernización y la adaptación «a las mutaciones de la sociedad italiana». Otro senador, Giorgio Tornati, ha subrayado que la expresión «partido del trabajo o partido de los trabajadores» sonaba a viejo y que mejor sería optar por «partido demócrata».
Por el contrario, el diputado Nedo Barzanti juzgó que no había nombre mejor que «PCI»; su colega de la Cámara de Diputados Abdon Alinovis se indignó: «Cambiar de nombre sería absurdo: ¿es que queremos cooperar a nuestra autoeliminación?» El senador Licio Bertini hizo una reflexión idéntica: «¿No se comprende que si fuéramos a correr el riesgo de cambiar de nombre nuestro peso electoral se reduciría al 13 por 100 de los votos…?»
La brusca…