El Brexit, la llegada de Trump o los populismos han servido para concienciar a los europeos de lo logrado, aunque urjan cambios. Ahora los líderes deben estar a la altura en este nuevo tiempo.
El riesgo de muerte puede haber sido la causa de su renacimiento. Los políticos populistas que han sacudido el tablero político en Occidente en el último año creían que tras el Brexit y la llegada de Trump, vendría Marine Le Pen y el final de la Unión Europea (UE) coincidiría de forma macabra con el simbólico 60 aniversario del Tratado de Roma. Pues no: hemos comprobado que la Unión es más resistente de lo que algunos pensaron y, superada la gran prueba de fuego de la elección francesa, parecemos asistir a su emergente renacimiento. Se intuye entre analistas y gobernantes en Bruselas y otras capitales un raro optimismo tras años de constantes presagios sobre el final del sueño europeo.
Europa resiste como una gran roca en el mar
La Unión Europea está asentada en la conciencia y en la vida de los ciudadanos como una gran roca que asoma en el mar. Puede haber olas y tempestades, en forma de crisis múltiples, pero al final, bajo la espuma, la roca sigue ahí, aunque tenga verdín y necesite cuidados. La transformación de la Unión desde sus orígenes ha sido formidable. Hoy es parte del paisaje político y social de Europa sin que a veces se note demasiado y, aunque los gobernantes nacionales tengan el incorregible tic de apuntarse los éxitos y señalar a la roca por sus fracasos, la mayoría de los ciudadanos –con la excepción de los británicos– perciben que merece la pena preservar este gran andamiaje europeo.
A los seis Estados fundadores que firmaron el tratado de Roma en 1957 (Francia, Alemania, Italia, Bélgica,…