El proceso de paz árabe-israelí inaugurado hace más de tres años en la Conferencia de Madrid se acerca al momento de las decisiones verdaderamente vitales, decisiones más dolorosas aún que aquellas que hicieron posible los históricos acuerdos de Oslo. Se trata de medidas a adoptar tanto en el campo bilateral como en lo relativo a la construcción de un espacio de seguridad y cooperación regional en Oriente Próximo y el Mediterráneo.
Para Israel y los palestinos, las grandes asignaturas pendientes son la necesidad de negociar el futuro de los asentamientos, la cuestión de los refugiados que claman por un imposible retorno, el estatuto político de las tierras palestinas y sus fronteras con el Estado de Israel y, por si todo esto fuera poco, aún queda por negociar en torno a Jerusalén. Las posturas en este asunto tan delicado son diametralmente opuestas. Cada una de estas cuestiones es suficiente para dividir profundamente nuestras respectivas sociedades y poner incluso en peligro la continuidad del gobierno de Isaac Rabin, por una parte, y el control de Yasir Arafat sobre la sociedad palestina, por otra. En lo que se refiere a Siria, todavía queda abierta la incógnita sobre la retirada del Golán y sus plazos, los esquemas de seguridad y, no menos importante, el contenido de la paz. Cuando se trata de la retirada, los sirios son contundentes; en la cuestión de la paz asumen una postura “celestial”.
La cuestión que más preocupa a la opinión pública y al propio gobierno israelí en relación con Siria es si, efectivamente, ésta ha entrado en una nueva lógica estratégica dirigida a una verdadera paz con Israel o se trata solamente de un cambio táctico. Pero, incluso si asumimos una visión pesimista, es posible que el cambio de táctica conduzca a consecuencias estratégicas más alentadoras, tal y…