En Alemania conviven dos tendencias contrapuestas sobre la percepción de Europa y el mundo: al afán de proyección exterior se contrapone un creciente egocentrismo y una mirada cada vez más vuelta hacia el interior. Entre las causas, la evolución de los medios.
La opinión pública y los medios de comunicación alemanes eran hasta hace pocos años muy favorables al proyecto europeo. Pero desde la irrupción de la crisis financiera mundial hace cinco años, se ha producido un cambio soterrado de actitud. Ahora bien, este cambio todavía no ha impactado de lleno en la política a efectos prácticos porque, a excepción del Partido de la Izquierda, existe un consenso nacional sobre la conveniencia de que la República Federal abogue por la integración europea y por una Europa fuerte.
La actitud proeuropea de los partidos, de la clase política y de los intelectuales tiene mucho que ver con las experiencias de la historia alemana reciente. Por eso, desde el comienzo mismo de su existencia, la República Federal optó por vincularse a Occidente. Konrad Adenauer instauró ese rumbo y los cancilleres federales socialdemócratas Willy Brandt y Helmut Schmidt lo mantuvieron.
La presencia de las tres potencias occidentales tuvo una influencia muy positiva en los albores y en los años centrales de la segunda república alemana. Contribuyó a serenar una nación desgarrada y desesperada. Llegaron personas, mercancías e ideas a un país que llevaba mucho tiempo aislado del contexto internacional, y con ellos vino también otra forma de ver los acontecimientos mundiales. Durante décadas, el periodismo alemán se benefició especialmente de esta apertura al mundo, al igual que los estudios de Ciencias Sociales en las universidades del país, sobre todo la Politología, muy influida por Estados Unidos, y la Sociología. Esta influencia internacional occidental disminuyó progresivamente, sobre todo a raíz de la retirada de…