Tras el abandono y el vandalismo, la falta de policía y ejército, de autoridad y orden, hace que el futuro y el destino de los bienes culturales sean muy inciertos.
Durante mucho tiempo, Libia, país célebre pero ignorado, solo ha sido conocido por sus campos de batalla durante la Segunda Guerra mundial, por sus yacimientos de petróleo y, después, por su antiguo dirigente. En los últimos tiempos, y a pesar de la Primavera Árabe, durante la cual ha tenido un papel protagonista, tampoco hemos llegado a conocer mejor el país. Posee un inmenso territorio repleto de tesoros arqueológicos en el que los hombres prehistóricos, los fenicios, los griegos, los romanos y los bizantinos, mezclándose con la población libia, han dejado un rastro continuo, lo que ha modificado tanto el paisaje desértico y rural como el urbano. Se trata de milenios de historia antigua que se pueden leer en las piedras de unos lugares con un interés sin igual, mucho más numerosos que los que actualmente forman parte de la lista del patrimonio mundial de la Unesco: el sitio rupestre de Acacus, la ciudad vieja de Ghadames y los yacimientos arqueológicos de Cirene, Leptis Magna y Sabratha.
Tras ocho meses de guerra en 2011 y dos años de inestabilidad, podemos plantearnos una serie de preguntas sobre el balance que se podría hacer de la situación de este fabuloso e insospechado patrimonio arqueológico, y sobre las perspectivas de futuro en un momento en el que se ve amenazado. Después del abandono y el vandalismo, el patrimonio nacional libio ha sufrido, a causa del tráfico y la construcción, una depredación a gran escala en numerosas etapas. Objetos y monumentos de gran valor, que representan periodos enteros de la historia libia, han sido destruidos, o bien se encuentran en colecciones privadas… Nuestro análisis se…