Autor: Tom Segev
Editorial: Head and Zeus Ltd,
Fecha: 2020
Páginas: 816
Lugar: Londres

El nacimiento del Estado de Israel

Una biografía monumental de David Ben Gurión explica en detalle el origen del Estado de Israel, con sus muchas luces y sombras.
Aurora Mínguez
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Tom Segev (Jerusalén, 1945) es uno de los historiadores más respetados de Israel. Su origen alemán explica probablemente su minuciosidad y precisión al bucear en los archivos para explicar la historia y derribar los mitos de este país nacido y desarrollado con el miedo a un segundo Holocausto.

Segev ha trabajado durante seis años en esta biografía de Ben Gurión, de más de 800 páginas. A través de ella conocemos aspectos humanos y políticos hasta ahora inéditos del inicial primer ministro de Israel: su complejo por no tener estudios universitarios, lo que explica su aspecto de autodidacta y su amor/obsesión por los libros; sus numerosas depresiones; sus cuatro relaciones extramatrimoniales y su desinterés por sus tres hijos; sus constantes amenazas de dimisión como líder del movimiento sionista y también como miembro o líder del gobierno israelí cuando le llevaban la contraria.

El físicamente diminuto Ben Gurión tenía un enorme ego y creyó siempre, según Segev, que él y el sionismo eran una misma cosa: un empeño histórico. Su objetivo vital fue el regreso a la Tierra Prometida, la creación de un Estado “a no importa qué precio”, que se distinguiría de los demás por dos principios: no iba a ser únicamente el Estado refugio para la diáspora y los supervivientes del Holocausto (a los que Ben Gurión despreciaba por no haber plantado cara a los nazis), sino el país del “pueblo elegido”, la “luz de las Naciones” que se regiría por su compromiso con la justicia y la paz.

La detallada biografía de Tom Segev descubre aspectos sorprendentes de la historia de Israel. Por ejemplo, que Ben Gurión propuso a los británicos (entonces potencia colonial en Palestina) atrasar entre cinco y diez años su marcha –prevista para el 14 de mayo de 1948– porque los israelíes sabían que carecían de un ejército capaz de hacer frente a los vecinos países árabes. La partición de Palestina dictada por la ONU un año antes no fue sólo rechazada por los árabes, quienes querían independencia para toda Palestina, sino también por los judíos, porque consideraban que había demasiados árabes en el territorio que se les había asignado.

Ben Gurión fue ministro de Defensa, además de primer ministro, durante muchos años sin haber tenido la más mínima experiencia militar, lo que creó constantes problemas. Nunca reconoció que los árabes fueran refugiados, obligados a huir de sus casas: “Son enemigos… los árabes no son tan sofisticados como nosotros los europeos”. Este concepto de superioridad lo aplicó sin la más mínima piedad. A los primeros inmigrantes que llegaron al recién nacido Israel, muchos de ellos judíos pobres recién salidos de los campos de concentración, los definió como “ruinas humanas… decepcionantes como ‘material’ para construir un nuevo país”.

Tampoco se salvaron de las críticas los judíos procedentes de los países árabes, mayoritarios en la década de los 50, especialmente cuando se convertían en reclutas: “Su nivel de inteligencia es muy bajo”.

Estos rasgos de su personalidad son compatibles con la grandeza de un hombre de Estado que creó un país de la nada, buscando alianzas (especialmente con la Alemania de Konrad Adenauer) y sabiendo que esa nación estaba condenada a vivir en guerra permanente con sus vecinos. Ya en 1919 Ben Gurión escribió: “No conozco a ningún árabe que esté dispuesto a aceptarnos”. Aunque en sus discursos oficiales hablaba de paz, en privado admitía que debía ocultar la realidad porque, si no, nadie querría emigrar a Israel.

“Ninguno de nosotros puede garantizar la supervivencia de Israel”, aseguraba David Ben Gurión en 1957. Sus palabras siguen teniendo vigencia hoy tras el trauma del 7 de octubre. Hamas y Hezbolá, apoyados por Irán, siguen trabajando para destruir el Estado judío.