Aunque no fueran las principales causas de los movimientos de revuelta en el mundo árabe de 2011, las vulnerabilidades del mundo rural en el Sur del Mediterráneo han sido un elemento importante. Nadie puede negar que la inseguridad alimentaria, el aumento de los precios de los productos de primera necesidad, los efectos devastadores del cambio climático y el deterioro del medio ambiente han desempeñado un papel, si no decisivo, cuando menos significativo, en su origen. Incluso en Europa se han visto manifestaciones de campesinos y de granjeros que cortaban las carreteras y expresaban su enfado frente a la codicia de las grandes superficies que obtienen importantes beneficios a su costa. Es decir, los mundos rurales, tanto al Sur como al Norte del Mediterráneo, se enfrentan a graves problemas, aunque de naturaleza e intensidad diferentes.
Naturalmente, es en el Sur donde las vulnerabilidades y las limitaciones son más importantes. Es ahí, de hecho, donde el mundo rural se encuentra muy abandonado por las autoridades públicas locales y olvidado en las políticas mediterráneas de la Unión Europea (UE). Recientemente, se aprecia una mayor concienciación con los planes de desarrollo regional y rural adoptados por los países mediterráneos y con la mayor atención que presta la UE al mundo rural. Pero no parece que esta nueva orientación haya dado lugar a un círculo virtuoso para sacar a la población rural de la pobreza, el analfabetismo y el abandono.
Sin embargo, el mundo rural desempeña un papel fundamental en los equilibrios sociales y territoriales, y es incluso un vector de identidad, como realidad social y paisajística. ¿Cuál sería, de hecho, el futuro de un país si sus campos quedasen abandonados por la marcha de una población que “ya está harta de trabajar por cuatro duros” al no existir un desarrollo rural sostenible,…