Solo hay un país africano en el G20, Suráfrica. Es el país más industrializado del continente, una democracia vibrante, y un país que pone los derechos humanos en el centro de su política exterior. Es el único país subsahariano con el que la Unión Europea tiene un acuerdo de asociación estratégica, y el único de África que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ningún Estado africano se parece más a nosotros que este desde el que escribo. Y es precisamente por esto que la posición de Pretoria respecto a la guerra de agresión rusa contra Ucrania nos sorprendió y dolió a partes iguales. Creo que nos dolió porque confundimos nuestros deseos con la realidad, y solo nos sorprendió porque no supimos ver esa realidad.
Dos días después de la invasión rusa, la Asamblea General de Naciones Unidas votó una resolución de condena en la que, de los 54 países africanos con derecho de voto, 28 votaron a favor; uno, Eritrea, votó en contra; y 25 se abstuvieron o no votaron. A diferencia del resto de grupos regionales, el africano está claramente dividido en dos bloques. Suráfrica votó entre los abstencionistas, declarándose neutral. Unos meses después permitió a un buque ruso descargar armas y municiones en una base naval surafricana y, en el primer aniversario de la invasión rusa, Suráfrica organizó frente a sus costas ejercicios navales junto a las marinas de guerra de China y Rusia. Invitó a Vladímir Putin a participar en la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) en Johannesburgo en agosto, aunque luego logró, con no poco esfuerzo, que el presidente ruso declinara la invitación.
El presidente surafricano, Cyril Ramaphosa, estuvo entre los 17 jefes de Estado africanos que acudieron a San Petersburgo en julio pasado para participar en la cumbre…