Después de intensas semanas de negociaciones bilaterales y multilaterales promovidas por la presidencia alemana, el Consejo Europeo alcanzó in extremis en la cumbre del 21-22 de junio, en Bruselas, un acuerdo para la elaboración de un nuevo tratado europeo que sustituya al fenecido Tratado por el que se establece una Constitución para Europa (TCE), firmado por los 25 en Roma en octubre de 2004. Se pone así fin a la parálisis institucional que vivía la Unión Europea desde que el fracaso de la ratificación del TCE en Francia y Holanda, en la primavera de 2005, y la reticencia de otros países a someterlo a ratificación lo hicieran naufragar.
El texto deberá ser redactado por una Conferencia Intergubernamental que se reunirá inmediatamente siguiendo el mandato aprobado por el Consejo Europeo, de modo que se eviten durante este trabajo las discusiones de fondo. La intención es que el documento esté listo para ser firmado por los 27 al final de la presidencia portuguesa, en diciembre de este año, posiblemente en Lisboa, de modo que pueda estar ratificado por todos los Estados miembros antes de las elecciones al Parlamento Europeo en la primavera de 2009, tal como se preveía en la hoja de ruta que aprobó el Consejo en junio de 2006.
El nuevo tratado será muy diferente en la forma al TCE y algo menos ambicioso en el fondo. En lo que respecta a la forma, el TCE tenía un carácter unificador –sustituyendo al Tratado de la Comunidad Europea y al Tratado de la Unión Europea firmado en Maastricht y a sus sucesivas reformas (Amsterdam y Niza)–, suprimía los tres pilares de la UE y su diferente tratamiento, y compilaba las diferentes legislaciones comunitarias sobre políticas concretas, ampliando y profundizando algunas de ellas. Tenía, además, cierta vocación constituyente, expresada, por ejemplo, en…