Sobre las tres de la madrugada del 4 de diciembre de 1998, en la ciudad costera francesa de Saint-Malo, altos funcionarios diplomáticos deslizaron por debajo de las puertas de las habitaciones del presidente de la República Francesa, Jacques Chirac, y del primer ministro de Reino Unido, Tony Blair, un documento que revolucionaría el proceso de creación de la política europea de seguridad y defensa. El documento había sido redactado la víspera conjuntamente por Gérard Erreira y Emyr Jones Parry, los directores políticos de los ministerios de Asuntos Exteriores francés y británico, respectivamente. Se trataba de la Declaración de Saint-Malo, que firmarían horas más tarde Chirac y Blair, y que pasaría a la historia como hito fundacional de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) de la Unión Europea.
Dicha declaración puso fin a cinco décadas de oposición británica a la posibilidad de que el proyecto de integración europea incluyese el desarrollo de una política de seguridad y defensa propia. El documento rompió con tres tabús que, según Jolyon Howorth, habían marcado históricamente los debates al respecto: reivindicó una “capacidad de acción autónoma” de la UE en materia de seguridad y defensa; reclamó “estructuras apropiadas” para los procedimientos de adopción y ejecución de decisiones; e hizo un llamamiento a “fuerzas militares creíbles” y “medios para decidir usarlas”. Fue una poderosa declaración de intenciones, que cobra renovada vigencia en el actual contexto de guerra en Ucrania, y que, a finales de la década de los noventa, impulsó el desarrollo en la UE de un ámbito político cuyo proceso de formación había sido –y continúa siendo– fragmentario y difuso, por mor de resistencias intergubernamentales a la integración de un ámbito estrechamente vinculado al núcleo duro de la soberanía estatal: la seguridad y la defensa.
Las resistencias intergubernamentales quedaron manifiestas durante los inicios…