En 2003, la Estrategia de Seguridad de la Unión Europea partía de la idea de que Europa nunca había sido tan próspera, segura ni libre. Trece años más tarde, en 2016, la nueva versión del documento había cambiado radicalmente el tono optimista anterior, advirtiendo desde sus primeras frases de que vivimos tiempos de crisis existencial dentro y fuera de la UE, e insistiendo en que la propia Unión está amenazada. ¿Qué ha sucedido en Europa y en el mundo en los últimos 15 años que justifique este cambio radical de perspectiva? La pregunta es relevante porque esta transformación no viene determinada por una acumulación de acontecimientos aislados, sino que se trata de una “nueva normalidad”, un cambio global de paradigma del que los diferentes acontecimientos son manifestaciones parciales.
No nos enfrentamos a una época de cambios, sino a un auténtico cambio de época. Estamos a las puertas de un nuevo modelo de relaciones sociales, que afecta tanto a la organización interna de los Estados como a las relaciones internacionales, y que se contrapone claramente al orden liberal occidental establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
¿En qué consiste este orden liberal occidental? Después de 1945, la experiencia directa del totalitarismo –tanto en el fascismo ya derrotado como en el comunismo aún entonces amenazante– obligó a los gobiernos occidentales de la época a organizarse como alternativa a proyectos políticos que subordinaban los individuos a la comunidad. Así, los Estados occidentales se configuraron como gestores de la diversidad, es decir, comunidades políticas que renunciaban a una visión identitaria y a una definición de objetivos colectivos, para concentrarse en la administración económica y la estabilidad política como medios para asegurar un orden social en el que los individuos pudieran desarrollarse de manera plena.
Este orden social fue posible gracias al establecimiento del Estado de…