La crisis sanitaria provocada por el coronavirus tiene todas las características de una crisis: sorpresa, peligrosidad, capacidad de propagación, tensiones, desequilibrio de varios sistemas al mismo tiempo (sanidad, transporte, economía, etcétera). “Como consecuencia de una ruptura cierta del equilibrio seguida de la desestabilización de uno o más sistemas, una situación de crisis se produce con un estado de profundo desorden de sus actores y/o la desintegración organizacional, que conlleva daños y genera la necesaria toma de decisiones en un contexto de ambigüedad e incertidumbre” (Ratinaud Dufès, Situación de crisis: una respuesta modelada en 3D, 2014).
El análisis etimológico del término permite comprender de otra forma la crisis. La palabra “crisis” proviene del griego krisis, que alude a las ideas de juicio y decisión. La crisis, por tanto, es el momento en el que es necesario tomar decisiones que respondan a una valoración sin concesiones de la situación que la ha producido. La filosofía china, complementando esta idea, concibe la crisis como un peligro, pero también como una oportunidad. La oportunidad consiste entonces en tomar las decisiones acertadas. De todas estas definiciones, retendremos algunas palabras clave relacionadas con el tema de nuestro artículo: ruptura, desorden de los actores, decisiones necesarias e incertidumbres.
Ante la crisis sanitaria, el Hirak se ha visto privado de su espectacular modo de expresión, las marchas populares semanales. ¿Está en peligro el levantamiento popular que comenzó el 22 de febrero de 2019, amenazado por la desmotivación y el agotamiento? O, al contrario, ¿puede la crisis constituir una oportunidad que empuje al Hirak a evaluar sus propias fortalezas y debilidades con el fin de producir nuevas formas de militancia?
La pandemia, un obstáculo para el ‘Hirak’
Cuando comenzaron los llamamientos a la suspensión de las manifestaciones populares, estallaron los argumentos a favor y en contra de esta iniciativa. En la categoría de argumentos contrarios aparecía ya el temor de que las autoridades aprovecharan la ausencia de una protesta visible y audible para intensificar la represión. En el campo opuesto, este miedo se atenuó, aunque solo fuera porque la represión del Hirak había comenzado en junio de 2019. En retrospectiva, la política represiva se puede dividir en tres fases con un objetivo preciso para cada una.
La primera fase comenzó cuando el entonces jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, decidió en uno de sus discursos quincenales criminalizar el uso del emblema amazigh. Esta decisión, tomada sin base legal, de forma unilateral y dirigida contra una práctica generalizada en el Hirak, pero también en eventos deportivos, culturales y políticos, justificó centenares de arrestos. Estas detenciones dieron lugar a decisiones totalmente contradictorias: liberaciones y absoluciones, pero también penas de prisión y multas. Demuestran, sobre todo, el deseo de dividir el levantamiento popular sirviéndose de una base identitaria y lingüística. De hecho, paralelamente a esta prohibición, apareció en las redes sociales una campaña antiamazigh extremadamente virulenta. Dirigida por políticos, páginas de Facebook e incluso medios audiovisuales, esta operación dio pie a una campaña de odio contra la población de habla amazigh. A grandes rasgos, se trataba de denigrar, criminalizar y demonizar a un sector de la población, acusado de estar a sueldo de potencias extranjeras o herederas del poder colonial. El “takhouine”, la acción de acusar a una persona o grupo de ser un traidor a la comunidad, se extendió durante varios meses.
La segunda ola de represión se produjo tras el anuncio de la convocatoria de elecciones presidenciales. El blanco de las detenciones fueron figuras emblemáticas del levantamiento popular como Karim Tabbu, Fodhil Bumala, Abdelwahab Fersaui, Samir Belarbi y muchos otros. Estas detenciones suscitaron una gran polémica, porque su modus operandi tenía más de secuestro que de detención en regla. Las realizaban los agentes de los servicios de inteligencia, en la calle, de paisano y sin citación previa. Se desconocía el lugar de detención y las familias permanecían sin noticias. Durante este periodo, el objetivo de los arrestos selectivos era sembrar el terror entre los militantes, privar al levantamiento popular de posibles líderes y desmovilizar al Hirak mientras se preparaban las elecciones presidenciales del 12 de diciembre de 2019.
La represión en tiempos de pandemia
La tercera fase de la represión tuvo lugar durante la crisis sanitaria. Las autoridades aprovecharon la (inesperada) pausa del Hirak para reprimirlo e impedir que se reanudaran las protestas populares. Así, se impuso el cierre de todos los lugares donde se movilizaba a la multitud: mezquitas, estadios, salas de reunión… La lógica médica habría sido total si, al mismo tiempo, no se hubieran multiplicado las grandes contradicciones. Por ejemplo, las mezquitas se abrieron excepto para las oraciones del viernes, punto de partida de las protestas.
En el capítulo de la libertad de expresión, el toque de queda requería salvoconductos que se otorgaban con distintitos criterios, ya que se excluyó a los periodistas de la prensa electrónica. Peor aún, se controlaban, sin ninguna notificación oficial, decenas de páginas de información digitales, como Maghreb Emergent y su Radio M, el sitio Tout sur l’Algerie TSA o incluso Casbah Tribune. En cualquier caso, las autoridades optaron por una comunicación basada en la estrategia de la negación: no había presos de conciencia; no había censura en los medios. Una estrategia de comunicación reforzada por el considerable endurecimiento del arsenal legal destinado a combatir las noticias falsas.
La política discriminatoria también se ejerció sobre los partidos políticos. Así, el gobierno prohibió a los partidos de la oposición organizar actividades (por ejemplo, la sesión ordinaria del Consejo Nacional de la Agrupación por la Cultura y la Democracia, el 25 de septiembre de 2020). Al mismo tiempo, partidos como el Frente de Liberación Nacional (FLN), la Agrupación Nacional para la Democracia (RND) e incluso Tajamou Amel El Djazaïr (TAJ) podían organizar mítines para animar a los argelinos a votar la Constitución el 1 de noviembre de 2020.
La ola de detenciones, persecuciones y citaciones continuó durante la crisis sanitaria. El 27 de marzo de 2020, la Fiscalía decretó la prisión preventiva para el periodista de Radio M y el corresponsal de Reporteros sin Fronteras Jaled Drareni (liberado el 19 de febrero de 2021); el 20 de abril, el tribunal de Sidi Mhamed en Argel condenó a un año de prisión a Abdelwahab Fersaui, presidente de la asociación Agrupación Acción Juvenil (fue puesto en libertad el 17 de mayo); Walid Kachida, fundador de la página de Facebook “Hiramemes”, fue enviado a prisión preventiva el 27 de abril y posteriormente condenado a un año de prisión, seis meses de condena en firme, y al pago de una multa de 30.000 dinares; fue puesto en libertad el 21 de enero de 2021.
A finales de 2020, las organizaciones de defensa de los derechos humanos publicaron informes relevantes: casi 100 presos de conciencia en prisión y 10 veces más citaciones. La situación se agravó considerablemente cuando detenidos y abogados comenzaron a denunciar las condiciones de encarcelamiento de los presos. Desde la privación de contacto con el exterior, el aislamiento y la alimentación insuficiente, el maltrato llegó a la denegación de cuidados por enfermedades graves y torturas. Esta escalada represiva generó muchas condenas, poniendo a las autoridades políticas en una situación sumamente incómoda. En efecto, el discurso oficial en el que se exaltaban los méritos de la “nueva Argelia” – eslogan oficial adoptado por Abdelmadjid Tebbune desde su elección para referirse a la Argelia que siguió al reino del caudillismo (la issaba) – difícilmente podía consentir tales escándalos. Unos escándalos que a la opinión pública no le recuerdan al gobierno de la issaba, sino al del partido único y la lucha antiterrorista, dos periodos en los que se produjeron abusos contra los derechos humanos, como desapariciones forzosas, torturas, encarcelamientos y condenas arbitrarias.
La pandemia, una oportunidad de reorganización para el ‘Hirak’
El Hirak, al que la crisis sanitaria cogió desprevenido, ha tenido que enfrentarse a la necesidad de adaptarse y reorganizarse, no solo para seguir existiendo, sino también para permanecer visible y mantener la movilización. Esta reorganización ha tomado prestadas tres voces: la solidaridad, las redes sociales y las iniciativas políticas.
– La reorganización basada en la solidaridad.
La crisis sanitaria creó necesidades para las que nadie tenía respuesta. De la noche a la mañana, miles de argelinos perdieron su empleo y se vieron privados de sus recursos diarios, sin ninguna compensación o alternativa. De hecho, los trabajadores informales del transporte público, los cafés, los restaurantes y de la construcción fueron los primeros en verse afectados por las medidas de contención, el cierre obligatorio de tiendas y el cese repentino de sus actividades. A estas necesidades ligadas a los medios de subsistencia, se sumaron las medidas de protección, como el gel hidroalcohólico, las mascarillas, los guantes o los equipos de protección, objetos que se han vuelto necesarios y que es muy difícil, si no imposible, encontrar en el mercado.
Entonces se constituyeron cadenas de solidaridad. En los barrios, las redes de hirakistas se dedicaron a recoger medicinas, productos de primera necesidad y medios de protección. En las redes sociales se multiplicaron las llamadas a voluntarios para producir batas y mascarillas. Los estudiantes fabricaron geles desinfectantes para compensar la falta en el mercado. Se crearon talleres de confección con voluntarios para producir mascarillas en cadena.
En el Oeste del país, el grupo Solidaridad Covid-19 Orán movilizó a 80 personas, entre ellas muchos estudiantes, para realizar acciones cívicas como la desinfección de lugares públicos y la sensibilización sobre la necesidad de protegerse contra el coronavirus y sobre las medidas que se debían adoptar en caso de presentar síntomas. También fabricaron gel hidroalcohólico, siguiendo las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud. Por último, se movilizó a la gente en otro ámbito para apoyar a las familias que habían caído en la precariedad debido al desempleo provocado por el confinamiento. Así, reunieron paquetes de provisiones y los distribuyeron con total discreción entre los hogares de las familias necesitadas.
– La reorganización en el espacio virtual como terreno político.
A falta de una tribuna mediática, con excepción de algunos periódicos impresos, páginas digitales, y algunos canales privados, los argelinos se volcaron en el espacio virtual como plataforma, pero también como medio, para prolongar un activismo político clausurado en el espacio real. Esta práctica no apareció con el Hirak, sino que lo precedió.
Además de las posibilidades que ofrecen como herramientas de conexión social, compromiso cívico, participación política y medición de preferencias electorales, que ya han sido probadas en diferentes países, las redes sociales están emergiendo de hecho como un nuevo terreno político, pero desinstitucionalizado. La campaña contra el cuarto mandato fue el primer ejemplo. Sin embargo, con el levantamiento popular del 22 de febrero de 2019, el espacio virtual se convirtió en un verdadero campo político donde la pluralidad se ha expresado en una multitud de formas de compromiso que van desde los foros de discusión hasta la disidencia más exacerbada. Así, en las primeras semanas del Hirak se crearon varias páginas de Facebook, destinadas principalmente a animar a los argelinos a movilizarse contra el quinto mandato o a invitarlos a expresar sus consideraciones sobre el proyecto político que vislumbraban. En esta estela, podemos citar, la página “Écris ta constitution” [Escribe tu constitución], lanzada por Amazigh Kateb, del grupo Gnawa Diffusion. O también páginas como HirakDz, Argelia Hirak, que ofrecían información sobre las manifestaciones y fomentaban la movilización popular. La disensión era más pronunciada entre los youtuberos, exiliados en el extranjero. Citemos a Amir Dz (860.000 suscriptores), Larbi Zitut (686.000 suscriptores) del movimiento Rachad, Abdu Semmar (129.000), Hichem Abud (209.000 suscriptores) o también Said Bensedira (172.000 suscriptores). Exdiplomáticos, exoficiales de los servicios de inteligencia argelinos o incluso periodistas, estos y muchos otros, son en su mayoría condenados en Argelia u objeto de órdenes de detención internacionales. Estos youtuberos se impusieron como influenciadores, y no dudaban en usar un tono virulento o incluso radical contra los funcionarios argelinos. Sus vídeos en directo son muy seguidos, especialmente durante la pandemia, cuando el bloqueo de los medios de comunicación se agudizó. Ya sea para disuadir a la gente de votar en el referéndum para la Constitución del 1 de noviembre de 2020, para comentar la enfermedad del presidente Abdelmadjid Tebbune, o incluso para presionar por la reanudación de las manifestaciones, estos youtuberos se convirtieron en la primera fuente de información para miles de internautas. Incluso si parte de su información resultaba ser infundada o falsa, estos disidentes del espacio virtual revelaron los límites de una estrategia de comunicación oficial concebida según referentes obsoletos. Tanto es así que las autoridades argelinas, civiles y militares, llegaron a movilizar todo un arsenal mediático para desacreditar estas plataformas y alertar a los argelinos de la influencia negativa de algunos youtuberos.
– La reorganización mediante la producción de alternativas.
El levantamiento popular argelino tiene varias peculiaridades. Desde el principio ha sido un movimiento político, pacífico y autoorganizado. Comenzó con llamamientos anónimos y continuó durante 13 meses sin interrupción. Cuando llegó la pandemia, se hicieron llamamientos, casi todos individuales, a suspender las manifestaciones. A la semana siguiente, las manifestaciones se interrumpieron. Once meses después, siguen apareciendo llamamientos individuales que resuenan en las redes sociales para retomar las manifestaciones populares.
Sin embargo, esta inteligencia colectiva que ha permitido al Hirak resistir no ha respondido a todos los interrogantes. Incluso ha planteado otros. Entre las preguntas más recurrentes: ¿qué se puede hacer para salir del estancamiento? ¿Cómo dar a las consignas coreadas en las marchas un contenido político que permita su realización? ¿Qué papel tienen los partidos políticos, la élite? ¿Cómo superar las escisiones ideológicas que polarizaron a la sociedad en la década de los noventa? ¿El Hirak necesita líderes, representantes? Si es así, ¿cómo identificarlos? Si no es así, ¿cómo prescindir de ellos?
Durante este periodo, las autoridades han seguido su hoja de ruta, cuyo evento clave fue el referéndum para la reforma de la Constitución. Por su parte, el Hirak ha seguido resistiendo con los medios de que disponía. Ante la campaña mediática y partidista por la reforma de la Constitución, optó por el boicot. Las personalidades involucradas en el levantamiento, invitadas –oficialmente y por escrito– a comentar el proyecto de Constitución, se negaron. El 1 de noviembre, día del referéndum, la población abandonó las calles y los centros de votación. El índice de participación alcanzó oficialmente el 23% y el sí solo convenció al 67% de los votantes.
Junto al boicot aparecieron nuevas iniciativas dentro del Hirak. En octubre, un grupo de figuras del movimiento, abogados, exdetenidos, universitarios, periodistas y activistas de diferentes ideologías lanzaron Nida22, que incluye también organizaciones como Nabni, Ibtikar y varias ligas de defensa de los derechos humanos. Esta iniciativa de múltiples ideologías propone organizar debates de ámbito local y regional para llegar a una conferencia del Hirak dotada de una hoja de ruta consensuada. Con motivo del segundo aniversario del Hirak, Nida22 lanzó “la semana de movilizaciones por el Hirak” a través de vídeos en directo y encuentros temáticos. También aparecieron iniciativas con una clara connotación ideológica. Del lado de los progresistas, citemos el Caman, Colectivo de los amigos del manifiesto argelino. En el bando ideológico opuesto, apareció “el congreso nacional del Hirak”, considerado próximo a Rashad, que aboga por el “enfrentamiento pacífico” con las fuerzas del orden y una estrategia de escalada como la desobediencia civil.
Por parte de los partidos políticos de oposición preexistentes, surgieron dos tendencias durante este periodo. La primera está constituida por partidos que se negaron a aceptar la hoja de ruta constitucional elegida por los gobernantes. Rechazaron categóricamente todas las votaciones por considerar que no podían dar una respuesta a la crisis política. En cambio, la Agrupación por la Cultura y la Democracia (RCD por sus siglas en francés) propuso una conferencia nacional soberana que reuniera a todos los actores políticos, con el fin de buscar formas de salir de la crisis. El Movimiento por la Democracia Social (MDS) se mantuvo fiel al concepto de la doble ruptura, que suponía un cambio radical de sistema político y el rechazo a la corriente islamista. El Partido de los Trabajadores (PT) siguió abogando por una asamblea constituyente, mientras que la Unión por el Cambio y el Progreso (UCP) se distinguió al solicitar unas elecciones presidenciales anticipadas.
La segunda tendencia agrupa a las formaciones que mantuvieron una posición ambigua durante la elección presidencial de diciembre de 2019. Ambigua porque no participaron directamente, pero no llamaron a un boicot activo. Durante el año siguiente, su posición se fue concretando a medida que se acercaban al poder establecido. El partido que ilustra más claramente este giro de 180° es Jil Jadid: feroz oponente al cuarto mandato de Abdelaziz Buteflika, y en la primera línea del Hirak en febrero de 2019, apoyó unos meses más tarde al presidente Abdemadjid Tebbune, participó en el referéndum para la reforma de la Constitución y pidió que se votara a favor. El Movimiento por la Sociedad y la Paz (MSP) y el Adala, parte del Hirak en sus inicios, también se decantaron por la participación, pero pidieron que se votara no el 1 de noviembre. En vísperas de las elecciones legislativas y locales, el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS) podría unirse a los partidos favorables a la participación.
Conclusión
En el momento de redactar estas líneas, el levantamiento popular ya ha cumplido dos años. La situación sanitaria se ha estabilizado, ha comenzado la campaña de vacunación y el Hirak ha vuelto a pisar las calles. Esta es la primera vez que se reanuda un levantamiento popular con las mismas consignas e impulso, después de una pausa de casi un año.
¿Podrá esta nueva etapa capitalizar los logros de dos años de activismo en diferentes formas? La resiliencia demostrada por el Hirak se enfrenta a la del régimen actual. Un cara a cara de desgaste que obliga a los actores del levantamiento popular a una evaluación, cuestionamiento y planificación perpetuos. La pandemia ha confirmado dos hipótesis importantes sobre el Hirak. La primera es que se trata de un mar de fondo y no de un fenómeno superficial efímero. Sus demandas son la expresión de una clara división entre gobernantes y gobernados, lo que significa que la solución implica una profunda revisión del sistema de gobernanza y no se alcanzará con medidas superficiales.
La segunda hipótesis confirmada se refiere a los obstáculos que continúan pesando sobre el levantamiento popular. La falta de nuevas fuerzas estructuradas y organizadas, el rechazo a cualquier representación, la brecha que divide a una parte de la élite y la incapacidad de los partidos políticos y organizaciones sindicales actuales para constituir un relevo creíble son otras dificultades que hay que superar. El logro de los objetivos políticos del Hirak depende en parte de que se consigan superar o esquivar estos obstáculos.