El 9 de noviembre de 1989 culminó una auténtica revolución liberal en el corazón de Europa. Los protagonistas fueron los propios ciudadanos de la República Democrática Alemana, que comenzaron a organizarse meses antes de derribar el muro de Berlín hace ahora 20 años.
Veinte años después de su desaparición se habla mucho de la República Democrática Alemana (RDA): se ocupan de ella los medios y los historiadores, se abren museos sobre su vida cotidiana, se especula sobre su efecto en la socialización política de sus antiguos ciudadanos. Se discute si pudo haber una «tercera vía» alternativa a la integración por absorción, una respuesta distinta a la del canciller Helmut Kohl cuando le preguntaron cómo se llamaría el país surgido de la reunificación: ¿República Federal de Alemania? Los escaparates rebosan de libros sobre la reunificación, ha surgido una Ostalgia que afecta a parte de los habitantes de los «nuevos Estados», también un kitsch posmoderno, que imprime los hombrecitos de los semáforos de la RDA en bolsos y camisetas. Una empresa planea volver a construir automóviles Trabant como apuesta futurista: Trabis eléctricos.
También hay fobias: un 20 por cien del electorado habría votado a un cómico que intentó presentarse a las elecciones de 2009 con un programa que incluía «lo que proponen todos los demás y volver a levantar el Muro». Preocupa la presencia de la extrema derecha en zonas y parlamentos de los «nuevos Estados». Hasta que las elecciones de septiembre de 2009 lo han consagrado como partido nacional, se ha demonizado al Partido de la Izquierda, continuador en parte del SED, el partido comunista de la RDA.
Pero, fuera de la obra de historiadores y algunas fundaciones, se hace menos caso a lo que ocurrió en la RDA antes de la reunificación: una genuina revolución liberal, que culminó el 9…