Desde la invasión de Ucrania en febrero, la estrategia política de la Unión Europea hacia la crisis del Estado de Derecho se ha caracterizado, ante todo, por su incoherencia. Mientras activaba el mecanismo de condicionalidad contra Hungría, mostrando su preocupación por su regresión democrática, la Comisión Europea daba luz verde al polémico plan de recuperación polaco. Mientras iniciaba numerosos procedimientos de infracción contra Budapest, ignoraba las violaciones de los tratados por parte de Varsovia, haciendo referencia a su encomiable esfuerzo en la acogida de refugiados ucranianos. Y mientras aislaba políticamente a Hungría, convertida en el caballo de Troya de Vladímir Putin, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, subrayaba la importancia estratégica de Polonia a la hora de hacer frente a Rusia.
Tras 12 años de deriva autoritaria en Hungría y Polonia, la UE sigue atrapada en su particular callejón sin salida, con una crisis del Estado de Derecho que contamina, con una intensidad cada vez mayor, la gobernanza europea. Hay tres factores que explican cómo hemos llegado hasta aquí: la inacción de la Comisión, el desgobierno del Consejo y la ausencia de una estrategia a corto, medio y largo plazo sobre el papel del Estado de Derecho en la integración europea.
Inacción y desgobierno
Para entender la inacción de la Comisión de Von der Leyen hay que remontarse a mediados de 2019, cuando las capitales europeas alcanzaron un acuerdo mediante el cual Frans Timmermans, hasta entonces vicepresidente de la Comisión y responsable de la cartera de Estado de Derecho, pasaría a presidir el ejecutivo comunitario. La propuesta de Timmermans fue llamativa: tras 16 años, la Comisión sería presidida por un socialista. Su candidatura, sin embargo, fue bloqueada por los ejecutivos de Hungría y Polonia, que vieron en el neerlandés –uno de los políticos más beligerantes…