El parón nuclear que más que probablemente se producirá tras Fukushima, no hace sino reforzar la necesidad de los combustibles fósiles, ya que la única alternativa posible serían las renovables “modernas”, cuyo nivel de desarrollo actual impide que sostengan el sistema energético mundial.
Corren tiempos de transformación. La crisis financiera y fiscal va suponer un punto de inflexión más que notable y con consecuencias duraderas. El consumo de energía se ha frenado en la zona OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), al tiempo que se mantienen tasas de crecimiento significativas en los países emergentes, China e India. Todo ello implicará, entre otros efectos, profundos cambios en las relaciones y tensiones geoestratégicas. El modelo global en política, economía y desde luego, en energía, cambiará, en un tránsito que se adivina complejo y costoso.
Después de más de dos siglos de predominio de los combustibles fósiles, se extiende la idea de que a lo largo del siglo XXI se producirá su gradual sustitución por fuentes de energía renovables. Las propuestas más radicales en este sentido proponen una generación de energía eléctrica 100 por cien renovable e incluso un suministro energético total 100 por cien renovable…