A Angela Merkel le gusta citar a Herman Hesse cuando dice que “en cada comienzo reside la magia”. Después de 16 años en el poder, el personaje político europeo más relevante del siglo XXI se dispone a apearse con una salida por etapas, diseñada y ejecutada por ella misma. Arranca así para esta líder enigmática un nuevo comienzo. Atrás deja una trayectoria que poco se parece a la de muchos de sus colegas europeos con los que ha compartido mesa en Bruselas. Han sido tres lustros cruciales para la construcción europea, en los que Berlín, con Merkel al timón, ha marcado el paso.
Su rumbo es singular porque para empezar, la líder del centroderecha alemán entró en política muy tarde, con 35 años. Llegaba además de otro mundo, más allá del telón de acero. Merkel había nacido en Hamburgo en 1954, pero creció junto a su familia en Templin, en la Alemania comunista, donde su padre, pastor protestante, emigró en misión evangelizadora. En aquella sociedad hipervigilada, estudió Física en la Universidad de Leipzig y allí también se doctoró, para trabajar más tarde en la Academia de Ciencias de Berlín.
Su vida, como la del resto de ciudadanos del Este, cambió el 9 de noviembre de 1989, cuando una multitud pacífica atravesó el muro de Berlín clamando libertad. La caída del Muro inauguró una etapa de convulsión política que culminó en la reunificación alemana y catapultó a Merkel a la política, quien dio sus primeros pasos en una pequeña agrupación, Despertar Democrático, que acabó fusionándose con la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Todo sucedió muy rápido. En 1991, con 37 años, ya era ministra de Mujer y Juventud. Tres años más tarde, Medio Ambiente; cuatro después, secretaria general de su partido. Llegó tarde, pero la protegida de Helmut Kohl aprendió muy rápido….