A finales de los noventa, la cuestión vital para Rusia es si se convertirá en una oligarquía cuasi-democrática con características criminales o si tomará el camino más difícil: convertirse en una democracia al estilo occidental con una economía de mercado. Los rusos tomarán esta decisión y serán sus principales víctimas o beneficiarios. Pero no se deben subestimar las consecuencias para los americanos o los europeos.