Existen muchos datos que confirman el hecho de que durante los tres o cuatro últimos años hemos, efectivamente, iniciado juntos un nuevo camino en las relaciones comerciales Este-Oeste. Es un camino de cooperación y de interdependencia, que deja tras el período de enfrentamiento y animosidad basado en premisas ideológicas y, a menudo, también dogmáticas.
El nuevo pensamiento político está ganando terreno: La firma del acuerdo sobre misiles de corto y medio alcance por los presidentes Gorbachov y Reagan no fue únicamente un hito en sí mismo; dio además un fuerte ímpetu a las negociaciones Este-Oeste en varios campos de interés mutuo, desde el desarme hasta la ecología, los derechos humanos, la cooperación cultural y muchos otros. El CAME y la CEE firmaron una declaración en junio pasado, abriendo el paso a un reconocimiento mutuo y una cooperación intensiva tanto a nivel multilateral como bilateral. Mientras, por un lado, los países socialistas siguen inmersos en un proceso de reformas políticas y socioeconómicas, los esfuerzos integradores de la Europa occidental están dirigidos a la creación de un mercado único:
Los cambios tecnológicos que han transformado no solamente la economía mundial, sino la propia naturaleza de la ciencia moderna, ofrecen nuevas oportunidades, prioridades y retos, y hacen que todas las líneas divisorias parezcan anticuadas e irrelevantes. Es innegable que nos encontramos ya viviendo en un entorno nuevo y muy dinámico. No obstante, en lo que respecta a las relaciones comerciales Este-Oeste, observamos que, aunque existe un gran debate, se han obtenido relativamente pocos cambios positivos.
Es cierto que se están intensificando los contactos empresariales entre el Este y el Oeste, que se están multiplicando las joint ventures y que se están negociando nuevas e imaginativas transacciones a largo plazo. Todo ello, sin duda, es nuevo y alentador, pero si aplicamos a nuestro análisis…