POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 132

Libros: El enigma cubano

Luis Esteban G. Manrique
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Hasta 1959, el año de la entrada triunfal en La Habana de los guerrilleros del Movimiento 26 de Julio liderados por Fidel Castro, Cuba compartía con el resto de América Latina las coordenadas culturales de la tradición hispánica, marcada por la impronta del catolicismo y los principios políticos que condujeron a la independencia de sus repúblicas. Aunque había transgresiones de las normas, la democracia, el pluripartidismo, la separación de poderes y una noción de derechos naturales inviolables, incluida la propiedad privada, situaban determinados derechos y libertades fundamentales, al menos en teoría, fuera del alcance de las mayorías legislativas ordinarias y, desde luego, de los regímenes de facto.

A pesar de los cuartelazos y las dictaduras, la democracia se ha considerado desde la independencia de las naciones latinoamericanas la única legalidad constitucional, su legitimidad histórica. Incluso los dictadores admitían el carácter transitorio de sus regímenes. No en Cuba. Cincuenta años después, todo eso es un lejano recuerdo en la isla.

No es extraño: el 72 por cien de los cubanos de la isla han nacido después de 1959 y no conocen otra forma de gobierno. En su discurso del 30 de junio de 1961 ante el I Congreso de la Educación y la Cultura, el «comandante en jefe» dejó expresada la naturaleza del nuevo régimen: «La revolución también tiene sus derechos y el primero de ellos es su derecho a existir y dado que la revolución comprende los intereses del pueblo y significa los intereses de la nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella». Desde 1959 en Cuba no existe hábeas corpus y se puede estar detenido durante semanas o indefinidamente sin juicio.

Aunque el régimen aún conserva una considerable base de apoyo, hoy el poder en Cuba se sostiene fundamentalmente por el control represivo, la inercia…

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