En la madrugada del 2 de enero de 2024, las fuerzas rusas lanzaron un ataque masivo con misiles contra las ciudades ucranianas de Kiev y Járkov que mató al menos a cinco civiles, hirió a más de 100 y dañó infraestructuras. El hecho fue notable no sólo por el daño que causó, sino también porque demostró que Rusia no estaba sola en su lucha. El ataque ruso de aquel día se llevó a cabo con armas equipadas con tecnología de China, misiles de Corea del Norte y drones de Irán. En los últimos dos años, los tres países se han convertido en facilitadores fundamentales de la maquinaria bélica de Moscú en Ucrania. Desde la invasión rusa en febrero de 2022, Moscú ha desplegado más de 3.700 drones de diseño iraní.
Rusia ahora produce al menos 330 por su cuenta cada mes y colabora con Irán en planes para construir una nueva fábrica de drones en el propio país que permitirá incrementar estas cifras. Corea del Norte ha enviado a Rusia misiles balísticos y más de 2,5 millones de cartuchos, justo cuando las reservas ucranianas han disminuido. China, por su parte, se ha convertido en el principal salvavidas de Rusia. Pekín ha incrementado sus compras de petróleo y gas rusos, y ha aportado así miles de millones de dólares a las arcas de Moscú. Asimismo, China suministra grandes cantidades de tecnología bélica, desde semiconductores y dispositivos electrónicos hasta equipos de interferencia de radares y comunicaciones y piezas de aviones de combate. Los registros aduaneros muestran que, a pesar de las sanciones comerciales occidentales, las importaciones rusas de chips informáticos y componentes de chips han aumentado constantemente hasta alcanzar los niveles anteriores a la guerra. Más de la mitad de estos productos proceden de China.
«Impedir que el eje trastorne…