El Covid-19 hizo estragos en la economía china durante el primer trimestre de 2020 y hace lo propio ahora mismo en Europa y Estados Unidos. Con la primera oleada de la epidemia, mientras se expandía el brote de coronavirus, el PIB de China experimentó una contracción del 6,8%. La enfermedad provocó la desaparición de la demanda interna, golpeando en especial las ventas minoristas locales, y un rápido deterioro del mercado de trabajo, con una subida de la tasa de desempleo y el hundimiento de los ingresos disponibles. Al reanudarse la producción en China, una de las consecuencias del hundimiento de la demanda ante una recuperación de la oferta es el aumento de las presiones deflacionarias, que pronto podrían extenderse a la economía mundial a través de un abaratamiento de las exportaciones chinas.
La situación es muy similar en la Unión Europea y en EEUU. La confianza de las empresas ha caído de manera significativa: el Índice de Gestores de Compras (PMI, en inglés) de la zona euro y de EEUU entró en contracción en marzo. Los confinamientos y las interrupciones de la producción han llevado a una significativa pérdida de puestos de trabajo, lastrando los ingresos y el consumo de los hogares. Al igual que sucedió en China, el desplome de la demanda contribuye a la rápida reducción de los precios al consumo en América y Europa.
La tercera oleada de la pandemia está llegando al mundo emergente. En concreto, Turquía, Brasil, Rusia, India, Singapur y México experimentan un rápido contagio, lo que apunta a una nueva oleada del brote de coronavirus. Los países en desarrollo se enfrentan a la pandemia con una capacidad más limitadas de sanidad pública. Las ciudades superpobladas y los mercados laborales informales suponen una complicación añadida. Si bien el número de casos de Covid-19, así…