China tiene por delante desafíos internos y externos, pero los más apremiantes vienen de dentro, no de fuera. El futuro de la región Asia-Pacífico depende de la política doméstica china y de la voluntad de EE UU para acomodarse al país asiático y cooperar con él.
En poco más de tres décadas, China se ha convertido en la mayor potencia económica y militar de Asia oriental. Su rápido auge plantea desafíos inéditos a Estados Unidos, la única superpotencia del mundo y preeminente en la región Asia-Pacífico desde el final de la Segunda Guerra mundial. ¿Qué implicaciones tiene el ascenso de China en la seguridad regional de Asia oriental? ¿Pueden coexistir pacíficamente China y Estados Unidos? ¿Cómo?
En un artículo publicado en el número de noviembre de 2011 de Foreign Policy, la entonces secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, anunció que “Estados Unidos se encontraba en un punto de inflexión”. Al parecer, la potencia norteamericana tenía intención de bascular desde Oriente Próximo hacia Asia, y no hacia Europa ni América Latina. Clinton se mostró enérgica al escribir que “el futuro de la geopolítica está en Asia, no en Afganistán ni en Irak, y Estados Unidos deberá situarse en el centro de la acción”. Ese artículo representa la primera muestra fehaciente del “basculamiento” o “inflexión” hacia Asia de la administración de Barack Obama, términos desde entonces populares entre muchos observadores de las relaciones de China y EE UU, si bien algunos analistas y políticos estadounidenses prefieren hablar de un “reequilibrio en las relaciones con Asia”, lo que probablemente suene menos alarmista –tanto en Europa como en China– y más preciso en la descripción de la política de EE UU en relación con Asia.
El basculamiento hacia Asia ha alarmado a dirigentes y analistas chinos. ¿Quién, si no China, puede ser…