Tras la depresión de los años treinta y una vez finalizada la Segunda Guerra mundial, América Latina vio la necesidad de fortalecer las recién establecidas economías de mercado, herederas de una situación de desestabilización, excesiva protección y regulación. Para ello, se implantó un nuevo modelo de desarrollo económico basado en la industrialización por sustitución de importaciones (ISI). Esta estrategia conocida también por ser un modelo de crecimiento hacia “dentro” y que reemplazó la fase “hacia fuera” (que prevaleció hasta la Gran Depresión), resultó suficiente para mantener una media de crecimiento del 5,5 por cien de la economía durante el periodo 1950-80, tasa superior al incremento de la economía mundial, que se situó en un 4,2 por cien.
Durante los años cincuenta, los acontecimientos fueron más positivos de lo previsto, especialmente en lo que se refiere al sector externo. La expansión mundial durante esa década, debido a la recuperación europea, aumentó la demanda de muchos productos básicos producidos en los países latinoamericanos y, además, parte del capital asignado a naciones europeas a través del plan Marshall, cuyo uso en el extranjero estaba autorizado, llegó a América Latina.
Los años sesenta mostraron un crecimiento del PIB del orden del 5,5 por cien anual y se consiguieron aumentos significativos de la renta per cápita, así como en educación, salud, mejores condiciones en el campo e infraestructuras urbanas. Esta prosperidad tuvo como consecuencia el “ocultamiento” de muchos problemas fundamentales que aún quedan por resolver.
Comenzaron los años setenta, con la acusada inestabilidad de la economía mundial, intensificada por el primer aumento considerable del precio del petróleo (1973) y, con ello, la necesidad de reciclaje de los recursos financieros (que aumentaron por las repetidas subidas, 1979, 1982). Éstos se dirigieron sobre todo hacia América Latina que, beneficiada por una cierta “permisividad” financiera internacional, facilitó un…