Esta segunda guerra del Golfo, al contrario de la primera, no ha eclipsado en ningún momento al conflicto árabe-israelí o a la cuestión palestina. Sadam Husein ha utilizado la causa palestina para legitimizar su agresión y se puede afirmar que sin el conflicto árabe-israelí no hubiera encontrado apoyos fuera de su propio país.
Antes de la “Tormenta del Desierto”, Irak ofreció una posible salida diplomática al conflicto basada en la aplicación de todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, esto es, las referidas al conflicto árabe-israelí, tanto como las referidas a Irak.
Para numerosos gobiernos árabes y europeos era difícil rechazar de principio una salida pacífica a la invasión de Kuwait que además impulsaba sus propias políticas respecto al conflicto árabe-israelí. Sin embargo, la coalición mantuvo su cohesión en torno a la postura de no comprar la retirada de Kuwait al precio de convertir a Sadam Husein en el abanderado de la causa palestina. Esta decisión se ha revelado con el transcurso del tiempo acertada puesto que Israel no hubiera hecho concesiones en la postcrisis a un mundo árabe liderado por un Irak prestigiado tras su confrontación con Estados Unidos y con “el enemigo sionista”.
La decisión de no aceptar una paz en la que Sadam Husein salvara la cara por la vía de la salida palestina nos condujo a la guerra, y una vez en la guerra, la fuerza política de la coalición ha radicado en que ésta actuaba más o menos cubierta por una sucesión de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. La insistencia de la coalición en esta legalidad ponía de relieve una vez más la inaplicación de las otras 197 resoluciones referidas al problema árabe-israelí y las 34 a la cuestión palestina que ha tomado el Consejo de Seguridad en su…