Desde 2001, Hollywood ha recurrido al realismo, la historia y la personificación para incorporar un discurso de victimización y trauma en sus películas.
A la luz de las consecuencias inmediatas y duraderas del 11 de septiembre de 2001, tanto nacionales como internacionales, estudiar la construcción histórica de los ataques terroristas sigue siendo una tarea difícil, aunque apremiante. Ya se vea el 11-S como justificación de la “guerra contra el terror” o como excusa ilegítima para la expansión ilimitada del poder ejecutivo –la firma de la Ley Patriota (USA Patriot Act), las prácticas de la detención indefinida y de entregas extraordinarias (extraordinary rendition), el recurso a la tortura o las invasiones de Irak y Afganistán–, la narración cinematográfica de ese día es motivo de complejos debates y enfrentamientos en torno a la historia. En la trama de determinadas películas tras el 11-S se ha apostado por un marco estadounidense o nacional para aislar o contener el significado de los atentados, mientras que en otras se ha insistido en situar esa jornada de 2001 en un contexto global que pone de relieve la historia de la política exterior de Estados Unidos y su intervención en otros lugares del mundo. También ha habido relatos que, de modo ambivalente, han oscilado entre estas dos posturas, acomodando pero también reajustando la historia, para remodelar el papel de EE UU más allá de sus fronteras. A partir de estas tramas, este artículo describe cómo en el cine hollywoodiense posterior al 11-S se observan tres tendencias importantes en las representaciones de Oriente Medio o de los árabes/musulmanes.
Primero, varias de estas películas activan estrategias que señalan una inquietud con respecto al “realismo”. Segundo, también muestran la tendencia a situar el 11-S y la “guerra contra el terror” en otros escenarios e historias habitualmente utilizados para…