Existe una diferencia entre las necesidades en materia de financiación y de desarrollo del sector privado, y los resultados obtenidos por el capital riesgo. Aunque las pymes representan más del 90% del número de empresas en el Magreb, su contribución al valor añadido apenas supera el 20% o el 25%. El auge de los inversores en capital riesgo es fundamental ya que son vectores innegables de un crecimiento virtuoso, duradero y más inclusivo.
El capital riesgo empezó a llegar al Magreb a mediados de la década de los noventa con el impulso de las grandes instituciones financieras internacionales y de los organismos de desarrollo bilaterales y multilaterales que arrastraron en su estela a los inversores institucionales locales (bancos, aseguradoras y fondos de pensiones). Veinte años después, el capital riesgo se ha convertido en un sector en toda regla, especialmente en Marruecos y Túnez, donde han surgido (y triunfado) numerosos equipos de profesionales dedicados al sector. Desde un punto de vista estadístico, el camino recorrido es, sin duda, positivo y alentador, pero todavía queda mucho por hacer, y el margen de progreso es, cuando menos, importante.
En Marruecos, por ejemplo, donde la profesión del capital riesgo empezó a desarrollarse a partir del año 2000, 150 empresas han podido beneficiarse de la intervención de un fondo de inversión, lo que representa solo una decena de empresas al año sin distinción de categorías: start-up, empresas maduras o en crecimiento, empresas en vías de transmisión y, por último, empresas en dificultades.
Ahora bien, sabemos, por una parte, que en un contexto de retroceso progresivo de las políticas intervencionistas, el sector privado se convierte en el pilar determinante del desarrollo de las economías del Magreb y, por consiguiente, en el principal vector para la creación de empleo, la creación de valor, la transmisión de conocimientos…