No es la primera vez que un territorio abandona la Unión Europea. Groenlandia lo hizo en 1985, aunque siguió siendo parte de Dinamarca, y Argelia figuró en los tratados europeos hasta Maastricht como un departamento francés. Pero ahora entramos en terreno desconocido porque Reino Unido es el primer país que lo hace, y eso rompe el principio de irreversibilidad del proceso de integración y da un golpe a la credibilidad del proyecto europeo.
Nos enfrentamos a cuatro cuestiones que no tienen respuesta fácil: cómo hemos llegado hasta aquí; qué hay que hacer para abandonar la UE; qué consecuencias tiene la decisión británica; y qué pasa con la Unión tras el Brexit.
Excepciones británicas
Reino Unido nunca se ha sentido plenamente integrado en el proyecto europeo; no entró en la Comunidad Europea hasta 1973, al año siguiente Harold Wilson quiso renegociar los términos de entrada y poco después Margaret Thatcher consiguió el llamado “cheque británico”. Los británicos han rechazado participar en sus esquemas de integración más potentes: la moneda única y el espacio Schengen. Entre integración o ampliación, siempre han optado por la segunda, prefiriendo un mercado amplio antes que un proyecto político de alcance. No en balde desde George Canning su política permanente ha sido evitar que surgiera un poder fuerte en “el continente”, y la diferencia es que ahora lo intenta en un momento aparentemente poco propicio, cuando ya no tiene un imperio detrás y cuando su aliado tradicional, Estados Unidos, parece que inicia con Donald Trump una era de introspección y proteccionismo.
El Brexit se impuso en el referéndum del 23 de junio de 2016 por cuatro puntos y 1,3 millones de votos (52% contra 48%). Votaron a favor de dejar la UE gentes con sensación de rabia, alienación y resentimiento frente a las desventajas de la…