Los nuevos sistemas de datos masivos comienzan a condicionar las políticas públicas de prevención y adaptación de los efectos del cambio climático. Instituciones, científicos, consultores y empresas mundiales no pueden fallar. El futuro de millones de vidas está en juego.
La lucha contra el calentamiento global, a lomos del big data, está revolucionando la manera en la que se combate, gestiona y mitiga su origen, consecuencias y, con todo ello, su terrible impacto económico y en vidas humanas.
Existe discusión sobre lo que se considera big data o datos masivos. Este artículo se refiere así al diluvio de información útil que se obtiene del almacenamiento y análisis combinado de enormes bases de datos tradicionales, de millones de cifras y estudios fiables no digitalizados hasta ahora y de otras fuentes muy novedosas como los indicadores construidos a partir de las señales y utilización de los dispositivos móviles –tanto teléfonos inteligentes como wearables (tecnología vestible)–, la participación de la sociedad en el ciberespacio (por ejemplo, búsqueda en Google) y la actividad de los usuarios en las redes sociales.
Las nuevas fuentes de información ya han empezado a condicionar las políticas públicas de prevención y adaptación a las consecuencias del cambio climático. En el apartado de la prevención, David Pastor, experto del Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid, destaca que ahora las instituciones pueden “tomar decisiones estimando el impacto en las infraestructuras y las posibles reacciones de la población ante un desastre natural que es probable que ocurra”.
Esto ayuda a perfeccionar los programas de evacuación de millones de personas tras un terremoto, la gestión de las migraciones masivas por inundaciones, las plagas o sequías y, por fin, la construcción y diseño de infraestructuras más apropiadas. En Europa ya existen modelos como Copérnico, diseñado…