Que Venezuela lidere la creación del Banco del Sur imprime carácter a la institución y levanta suspicacias en algunos sectores. Pero convierte también en atractivo un proyecto que, según sus promotores, pretende ahondar en la integración suramericana dotando de independencia financiera a una región en exceso sometida a los caprichos de organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El argumento es sencillo: las instituciones nacidas en Bretton Woods tras la Segunda Guerra mundial, lejos de paliar la miseria de un continente con más de 205 millones de pobres (según cifras del BID), han contribuido a incrementar la desigualdad y la pobreza en América Latina.
La idea de instituir un banco por y para los países del sur del Continente, que dé respuesta a las necesidades económicas y de desarrollo de la región, forma parte de la estrategia integracionista –bolivariana– del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien sugería desde hace años la creación de un fondo humanitario internacional y, más concretamente, a partir de 2004, la creación de una entidad financiera regional en la que los países del sur de América depositaran sus reservas, para ayudarse en lugar de pedir auxilio a los bancos del norte.
Pero sería injusto atribuirle a Chávez todo el protagonismo.
A finales de febrero de este año, la Argentina de Néstor Kirchner y el gobierno de Venezuela dieron juntos el primer paso en la creación del futuro Banco del Sur. Kirchner fue entonces contundente al sentenciar que las sedes bancarias internacionales se han convertido en “un verdadero castigo para los pueblos”. El presidente argentino destacó la importancia de que el nuevo banco tenga una lógica y una filosofía diferentes a las de los bancos del norte. “Buscamos que tengan acceso al Banco del Sur…