El arte del liderazgo
En Las personas de la historia. Sobre la persuasión y el arte del liderazgo, la historiadora Margaret Macmillan enlaza las biografías de varios y variados personajes con el momento histórico en el que viven. En contraste con el gusto de algunos historiadores por los procesos y los acontecimientos que abarcan largos periodos, la autora defiende la relevancia de las pequeñas incidencias, responsables del desencadenamiento de sucesos históricos, y de los individuos cuya posición influye en el desarrollo de esos sucesos.
Las diferentes personalidades de los individuos tienen el potencial de modelar las contingencias históricas, según Macmillan. No es posible separar determinados sucesos históricos de las figuras cuyo desempeño tuvo un impacto directo en los mismos. Por ejemplo, no se puede entender el proceso de unificación alemán sin ahondar en Bismarck. Así, a través de la recopilación de historias de diferentes personajes Macmillan repasa una serie de momentos históricos, desde la fundación del imperio Mogol de la India de la mano de Babur en el siglo XVI hasta el auge y caída de Margaret Thatcher en el gobierno británico en el XX.
Resaltando las características más arraigadas de los individuos presentes en el libro, la autora pone de relieve cómo ciertas personalidades, insertas en determinado contexto, florecen como sujetos activos del devenir histórico, influyendo en el cariz que toma el estado de cosas, o como sujetos observadores capaces de captar numerosos detalles y transmitirlos, posibilitado el estudio de la época a través de su intelecto.
Algunos, como el ya mencionado Babur, o Samuel de Champlain, fueron tanto sujetos activos cuyas acciones moldearon la historia como grandes observadores cuyos relatos subjetivos nos ayudan no solo a conocerlos a ellos mismos, sino a ver a través de sus ojos lo que ellos observaron.
La historiadora divide su libro atendiendo a particularidades del carácter, como son la arrogancia, la osadía, la curiosidad o la observación. En cada apartado expone cómo éstas se han manifestado en ciertos personajes insertados en ciertos contextos y cómo la expresión de estas características ha llevado a determinada toma de decisiones y, por ende, a cierto desarrollo de los hechos. Si Woodrow Wilson hubiera sido más flexible, quizá hubiera logrado incluir a su país en la Sociedad de Naciones y este organismo hubiera sido más capaz de llevar a cabo sus objetivos, cambiando el curso de la historia en el periodo de entreguerras.
El apartado dedicado a la arrogancia está formado por biografías de personajes del siglo XX, desde políticos limitados en su ejercicio por el establishment democrático como Thatcher o Wilson a dictadores como Hitler o Stalin, que comparten escasa capacidad para aceptar la posibilidad de cometer errores a título personal.
Aquellos bajo el epígrafe de osadía también pertenecen en su mayoría al siglo XX, a excepción del médico australiano Barry Marshall, a caballo entre el pasado siglo pasado y este, y el explorador Samuel de Champlain, de los siglos XVI y XVII. Estos personajes destacan por haber arriesgado en mayor o menor medida y en diferentes ámbitos, demostrando una entereza de carácter como la del doctor Marshall, que investigó en su propio organismo, ante la falta de apoyo para llevar a cabo ensayos clínicos, si las úlceras estomacales son causadas por bacterias.
Las historias caracterizadas por la curiosidad se componen de biografías femeninas. Y todas de origen británico. A Fanny Parkes y Elizabeth Simcoe, ambas insertas en el apogeo del Imperio británico, sus matrimonios las llevaron lejos de su entorno: a la primera a la India colonial, a la segunda al Canadá colonial. Sus años por parajes tan lejanos a aquellos lugares donde nacieron son culpables de los extensos testimonios que dejaron en sus diarios, testigos de sus aventuras. Separadas de ellas por un siglo, y testigos del progresivo declive de la preponderancia británica, Gertrude Bell y Edith Durham se dedicaron a viajar, escribir,y participar de la política de su época.
Finalmente, el rincón dedicado a los observadores está formado por individuos cuyos testimonios escritos, repletos de detalles, nos permiten saber de las épocas que vivieron con mayor profundidad y desde una perspectiva más humana. Testimonios como los diarios de Víctor Klemperer nos permiten demorarnos en el día a día de lo que fue el ascenso del Tercer Reich y las consecuencias del nazismo para aquellos alemanes que fueron seleccionados por la sociedad mayoritaria nazi del momento como “el otro”, como el enemigo a exterminar.
La apuesta de la autora en Las personas de la historia por detenerse en personajes individuales y su impacto histórico, como autores y observadores, deja al descubierto la influencia mutua entre individuo y medio. Esta interconectividad demuestra la necesidad de estudiar ambos, sin dejar a nadie ni nada. La conjunción de estos elementos permite una mejor comprensión de la historia.