La sexta extinción.
Una historia nada natural
Elizabeth Kolbert
Barcelona: Crítica, 2015, 340 págs.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de siete millones de personas mueren prematuramente cada año a causa de la contaminación. Según The Lancet, solo en 2010 en China 3,3 millones de personas murieron por la mala calidad del aire, cifras que revelan que la polución atmosférica se ha convertido en el principal riesgo medioambiental para la salud humana. A escala global, la tasa de mortalidad en ciudades con altos niveles de contaminación supera entre un 15 y un 20 por cien la registrada en ciudades más limpias.
En 2014, el primer ministro chino, Li Keqiang, dijo ante la Asamblea Nacional Popular que el smog (niebla debida a la contaminación) es “la luz roja de la naturaleza contra el desarrollo ciego e ineficiente”. China, que en 2013 aumentó un 4,2 por cien sus emisiones de gases de carbono, supone el 28 por cien de las emisiones globales, más que Estados Unidos y la Unión Europea juntos. Hoy 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo son chinas.
Y el problema no es solo del aire. Unas 450 localidades del interior del país se han convertido en zonas cancerígenas debido a la cercanía de plantas industriales que arrojan sus residuos en ríos y que los campesinos utilizan para regar los cultivos.
La actual sequía que afecta a São Paulo –una metrópoli de 20 millones de habitantes, la mayor del hemisferio occidental– no parece coyuntural. La sucesión de periodos en extremo lluviosos y secos ha llegado para quedarse en el sureste brasileño, desmintiendo el viejo dicho de que lo primero que se lleva la lluvia es el recuerdo de la sequía.
Según Carlos Nobre, miembro de la Academia…