Pekín no está dispuesto a quedarse atrás en el mundo cambiante que ha acelerado el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Como ha hecho la Comisión Europea, China quiere responder pasando al ataque. Su posición se encuentra desgastada, debido a la debilidad de la demanda interna, la crisis inmobiliaria y, ahora, los aranceles anunciados por Trump.

Su respuesta ha sido que utilizará la herramienta fiscal para reactivar la demanda y contrarrestar la caída de las ventas en Estados Unidos. El Gobierno se ha marcado un objetivo ambicioso, crecer un 5% este año. Mantiene así el objetivo de los dos años anteriores y también la tasa de crecimiento real lograda en 2024. Todo ello en un contexto global mucho más complicado de guerra comercial. Pekín ha denunciado a EEUU ante la Organización Mundial del Comercio, pero es consciente de que esta vía, que en el pasado sí pudo ser eficaz, ahora tiene poco recorrido. Trump está socavando la autoridad de todas las instituciones multilaterales que el propio Estados Unidos construyó desde el fin de la II Guerra Mundial.

El análisis de la situación que hace el Gobierno chino es tajante: “Un entorno externo cada vez más complejo y severo puede ejercer un mayor impacto en China en áreas como el comercio, la ciencia y la tecnología. A nivel interno, la base para la recuperación económica y el crecimiento sostenidos de China no es lo suficientemente sólida. La demanda efectiva es débil y el consumo, en particular, es lento”. El Fondo Monetario Internacional prevé una desaceleración de la economía china desde el 5% de crecimiento de 2024 al 4,6% en 2025, mientras que la OCDE anticipa un avance del 4,8%. Además, los dos organismos coinciden en anticipar una paulatina ralentización de China en los próximos años.

La única opción que…