Pocos presidentes han afrontado una tarea tan monumental como la de Hamid Karzai en Afganistán. Pese al doble discurso ante los afganos y la comunidad internacional, sus 13 años de presidencia han abierto una triple transición: política, económica y de seguridad.
A lo largo de 2014 asistiremos al final de un capítulo en la historia reciente de Afganistán. Dos jalones van a señalar este punto y aparte: las elecciones presidenciales, que se celebrarán el 5 de abril, y la finalización de la misión de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), que se ha traducido en términos más simples como “el regreso a casa de las fuerzas de combate” de la coalición. Cuando termine el año, Afganistán habrá dejado atrás un periodo durante el cual ha focalizado la atención de gobiernos y opiniones públicas en todo el mundo y que, en su dimensión política nacional, ha estado protagonizado por Hamid Karzai.
Durante los casi 13 años en los cuales este politólogo pastún, nacido en Kandahar en 1957, ha permanecido en un formato u otro al frente de su país, Afganistán ha experimentado un cambio notable. Los analistas estadounidenses Seth G. Jones y Keith Crane han descrito de forma acertada el proceso que se avecina como las tres transiciones: política, de seguridad y económica, clasificación que parece útil para describir el final de este ciclo histórico. Contemplado con perspectiva y aunque la lista de interrogantes que se abren para el futuro del país es larga, parece evidente que las incertidumbres que Karzai lega a su sucesor están, al menos, en un orden de magnitud por debajo de las que él asumió cuando en diciembre de 2001 se hizo cargo de uno de los trabajos más peligrosos y complicados del mundo: ser presidente de Afganistán.
En el campo político, conviene…