Las guerras en Libia, Siria y Yemen se interponen con terrible realidad en el balance de las revueltas árabes de 2011. Nos equivocaremos, sin embargo, al trazar un efecto de causalidad entre las protestas pacíficas que surgieron sucesivamente en distintos países del norte de África y Oriente Próximo y esos conflictos. Más que la demostración del fracaso de la “primavera árabe”, los enfrentamientos –civil y regional– abiertos desde hace 10 años en Libia y Siria y cinco en Yemen son la evidencia de la tiranía de unos regímenes políticos dispuestos a sobrevivir a costa de sacrificar a sus ciudadanos. Precisamente para denunciar esto se llenaron las plazas, desde Túnez a El Cairo y Saná.
Las causas de ese estallido social que denunciaba a gobiernos corruptos y autoritarios y reclamaba justicia, derechos, libertad y trabajo siguen vivas. De hecho, el número de protestas entre 2009 y 2019 aumentó un 16,5% en la región. La pandemia detuvo la nueva oleada de manifestaciones registrada en 2019 en Argelia, Líbano, Irán…, pero hoy, pese a las mascarillas, la movilización está volviendo a las calles.
Los confinamientos han sido una herramienta útil de control y represión por parte de los gobiernos. Al mismo tiempo, se ha generado un nuevo activismo, protagonizado por sanitarios, sindicatos y organizaciones sociales para ayudar a la población en la lucha contra el virus. A la ineficaz toma de decisiones de los gobiernos y su falta de competencia durante la crisis sanitaria se suman las consecuencias económicas de la pandemia, que se irán mostrando de forma creciente en el futuro inmediato. Todo ello crea las condiciones para la reanudación de una protesta que, como sucedió en 2011 tras la crisis financiera, se extenderá de forma global incorporando demandas nacionales específicas; es el caso de Brasil, Chile, Irak, Bielorrusia, Turquía o Rusia.
Lejos de desaparecer, el movimiento surgido hace 10 años sigue activo y dispuesto a recordarnos que las fuerzas que configuran el mundo no pueden dejar al margen a quienes lo habitan. No encontraremos estabilidad si las personas no están en el centro. ●