La tensión actual entre Washington y Teherán es un episodio más en una larga trama de obsesión mutua jamás resuelta. La comunicación entre ambas partes ha sido secuestrada por los más intransigentes en cada lado hasta limitarse a un diálogo de machos a base de amenazas. Esta dinámica no ha hecho sino reforzar la influencia de los duros en ambos lados y confirmar su percepción de que ha llegado el momento de la confrontación final. Sin embargo, la hora de la diplomacia todavía no ha terminado.